Desde hace un tiempo a esta parte vengo pensando esta frase con la que un amigo y compañero cercano, titula su blog. Uno de los recursos más poderosos de la mente es estar en disposición de “aceptar lo que llegue”; sin embargo, no creo que en este pensamiento deba ir implícita la resignación, no. Más bien, estoy convencida que alude a un particular entrenamiento de la mente y el espíritu para estar en posición de recibir lo que nos alcance, bueno o malo, y seguir de igual modo. Ante todo, entender que la vida es global y que nosotros representamos esa gota en el océano sin la que el mar no sería el mismo pero con cuya ausencia tampoco terminará. Debemos concebirnos como esa parte del todo que tiene una fantástica e ineludible misión celular. Como si de un átomo se tratase, diminuto e indivisible, debemos aceptar nuestro ser, nuestra estancia aquí, nuestra hoja de ruta en el viaje que comenzamos con nuestro nacimiento. Nada va a pasar si morimos en este instante. Nada y todo. Nada si logramos sobrevolar el significado de la existencia personal, como tal. Nada para que la vida continúe, para que todos los que nos conocen sigan su marcha, incluso para que lo hagan los que nos aman hasta el infinito de sus posibilidades. Nada, para lo absolutamente trascendente que pretendemos hacer cualquier asunto que nos preocupa. Nada para el cíclico y eterno retorno de la noche y el día. Nada para el inmutable descender de la lluvia o la resplandeciente salida del sol, tras ella. Y sin embargo, todo notará nuestra ausencia. La propia existencia del planeta habrá terminado con una posibilidad más, de avanzar hacia su plena evolución en un tiempo menor. Los que nos aman no serán los mismos. Los que nos odian, tampoco. Ni lo serán los espacios en los que anduvimos, ni las calles que paseamos, ni el aire que rozó nuestras mejillas cuando necesitamos sentir un soplo fresco tras la batalla. Pero de cualquier modo, hemos de estar dispuestos a aceptar lo que venga. A inundarnos de amor, a desbordarnos con él y a sorber la gloria trago a trago, como el mejor néctar. También a integrar el dolor en el alma, a vestirnos de tristeza o a decir adiós a lo tanto queremos y no podemos retener. A mirar a través de la ventana y oler la tormenta sabiendo que traerá desastres imposibles de evitar. A cerrar los ojos y sentir que podemos caer en un sueño eterno sin pesadillas, del que no retornaremos. A saber que todo puede pasar en cualquier momento, pero que aún así, nada detendrá la serena libertad de la vida de seguir para el resto.
Por todo ello, estemos dispuestos siempre…a aceptar lo que venga…es la única forma de poner el alma en paz.
Aceptar lo que venga, pero sin renunciar a la necesaria lucha por la vida y los ideales de cada uno. Magnífico punto para meditar.
ResponderEliminarSí efectivamente Xuan, estupenda puntualización. Aceptar no debe significar la resignación que nos somete a la pasividad y la desesperanza. Aceptar significa seguir adelante, continuar el camino pero sin la desolación de caer bajo el yugo devastador de lo que no puede cambiarse. De todas las formas hay que seguir profundizando en ello...es un tema muy importante.
ResponderEliminar!Siempre gracias por estar!!
Esto es, aceptar que morimos cada día,que para alguien ya no estamos, que el sueño se desvaneció, que las ilusiones se perdieron, que la vida nos devuelve un toque de atención y no un salvaconducto a la eternidad. Aceptar la muerte, la vejez, el deterioro. Aceptar la vulnerabilidad, y la pequeñez de nuestro Ser. Aceptar que otros también se irán antes, y que nada permanece. Aceptar todo eso sin resignación solo se puede hcer desde una perspectiva, la única capaz de dar sentido a cada segundo de nuestra existencia, el nacimiento diario de nuevas experiencias. Es un contínuo nacer y morir..., cada día nazco a algo nuevo. Hoy a éste artículo de renovación, y lo que el día nos depare. Como los árboles de hoja caduca, como los gorriones en su colectividad, como las semillas, como la risa después de un periodo de tristeza, todo se renueva una y otra vez. El sillón viejo, cómodo no nos sirve pero hizo su trabajo, en su momento nos acogió. La resignación suele usar el sillón en su inmovilidad, y ahí se acomodan, la tristeza, el pensamiento reiterativo, la desidia, la depresión, el dolor..., y agradezco por mi sillón que pudo resguardarme cuando mis fuerzas flaquearon.
ResponderEliminarAceptar es amar el entorno y jugar con él de un modo responsable, sabiendo que es compartido por los que amamos y odiamos. Gracias , éste artículo me ayuda a recoger mis pensamientos sobre la aceptación, que antes ignoraba por completo, pero que en muchas ocasiones vivia intensamente sin preguntarme nada por ello.
Un abrazo
!Es estupendo contar con vuestras reflexiones! No podría haber encontrado mejores palabras que las tuyas para completar lo que inicié con esta breve reflexión que he hecho en "Aceptando lo que venga...". Otro abrazo lleno de vida!
ResponderEliminarEXCELENTES REFLEXIONES...ACEPTANDO LO QUE VENGA ES ESO.. ESTAR DISPUESTO A FLUIR A TRAVEZ DE TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS...ACEPTAR TODO TAL CUAL ES AUNQUE A VECES PAREZCA DURO DE ENTENDER Y COMPRENDER..VIVIENDO Y SINTIENDO LO QUE A VECES NO PUEDO Y QUIERO CAMBIAR.. PERO EN ESTO RADICA LA MAGIA DEL VIVIR CADA DIA EL QUERER ATRAPA LO QUE TENGO CADA DIA Y AL FINAL YA NO ESTA..LA PARADOJA DE LA VIDA AQUI Y AHORA NO HAY NADA MAS...MIL BENDICIONES
ResponderEliminarAceptando lo que venga, ¿de qué me sonará eso? ;-)
ResponderEliminarGracias por seguir por aquí. No tienes el mismo correo ¿ya?
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