Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 9 de diciembre de 2021

LA MEMORIA DE LA PIEL

Puede que nosotros olvidemos con mayor o menor facilidad. La piel no. Lo sabemos muy bien. Tanto física como anímicamente, la piel recuerda.


Ayer leía un bello libro, titulado “El infinito en un junco” de la escritora Irene Vallejo que versa sobre la historia de los libros y de cómo éstos tienen vida propia en momentos y espacios deliberadamente suyos.


Desde la escritura cuneiforme de las tablillas sumerias, hasta los actuales libros virtuales, a los que estoy segura que muchos aún no nos hemos acostumbrado, lanza la autora su recorrido.





La autora refiere, en uno de sus capítulos, cómo la piel tiene marcas, arrugas, cicatrices, tatuajes, señales, manchas, pecas…que nunca permiten olvidar.

 

“Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran “O”, el ombligo. Después van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas, como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida.” ( pág. 79/80)

 

Pero no solamente las marcas de la piel nos hablan de experiencias del cuerpo; muchas ocasiones nos dirigen rápidamente a sufrimientos y vivencias del alma. Al igual que las tablillas de arcilla recogían los símbolos impresos por el cáñamo, la gente llevamos hojas enteras escritas por la pena o la alegría.

 

Es curioso observar el libro de la piel. El nuestro y el de otros. En realidad, la piel habla de nuestra biografía y la refleja de forma escrupulosa. Si nos fijásemos en el pergamino de la epidermis podríamos entender mucho más a nuestros seres queridos y a los que no lo son tanto.

 

La piel humana puede transportar mensajes escritos y ser leída. Incluso, me atrevería a decir que puede ser sentida. 

 

Su olor, su textura, la tempura que guarda en cada momento o la sinuosidad de su elasticidad puede conmovernos mucho más que mil palabras e incluso más que los verborreicos ojos que, a veces, tanto nos confunden.

 

 

 

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