Hay
una frase o refrán en castellano que dice: “No todos los ojos lloran al mismo
tiempo”. Cierto. Lo que está sucediendo a los de enfrente, y que a ti te libera
pensar que no es tuyo, alguna vez lo vivirás más tarde. Sufrirás de la misma
forma o de otra, pero lo harás.
La vida, sin embargo, es la gran
compensadora de la existencia. Hay experiencias horribles que se salpican de
otras exquisitas.
Posiblemente, apreciemos que no es igual para
todos. Parece que hay gente que sufre más. Que le ha tocado lidiar con
problemas peores y más intensos. Que, en realidad, han venido a sufrir.
Muchas veces, los problemas toman las
dimensiones que nuestra mente quiera darles. Siempre hay algo bueno en lo malo
y al contrario. Nada es perfecto, ni definitivo, ni inamovible.
Sentimos
una falsa seguridad cuando creemos que nuestra vida “ marcha bien” porque nada
se mueve en ella, porque ayer fue igual que hoy ( aunque sea igual de malo),
porque hemos visto a la misma gente, comido lo que solemos y repetido nuestras
rutinas.
El
cambio, que tanto tememos, se producirá en algún momento y es mejor estar
preparados. No quiere decir que vivamos ansiosos ante lo que ha de venir, pero
si vemos cristales rotos sobre nuestro suelo no hagamos un drama. Limitémonos a
recogerlos y procuremos no cortarnos con ellos. Eso será suficiente para
preservarnos de sentimientos de angustia, sufrimiento y depresión.
Nos
ayudará no excedernos en las expectativas que tenemos con la gente de nuestro
alrededor. Esto incluye a todos.
Nos
ayudará, también, saber gestionar nuestro mundo emocional con suavidad. Sin
demasiadas estridencias ni cuando somos muy felices ni cuando somos
excesivamente desgraciados.
Una
actitud templada ante la vida será nuestra mejor compañera, aunque se haya roto
el espejo en el que más nos mirábamos.
No importa.
No
pasa nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario