Todos
tenemos fantasmas en nuestra vida. Sucesos que preferíamos olvidar. Unos con
consecuencias importantes que tal vez los hagan presentes a cada instante,
otros menos trascendentes en cuanto a los resultados visibles, pero tal vez no
para el sosiego del alma.
Si
piensas por un momento en tu vida, ¿hay algún suceso que hubieses preferido no
vivir?¿Y en caso de que lo haya, lo recuerdas a menudo?¿has sido capaz de
aplicar la frase liberadora “ No pasó nunca”?.
Lo
cierto es que no estoy de acuerdo con la consabida frase aplicada al perdón;…”
sí, yo perdono pero no olvido”… Es como una especie de sentencia demoledora en
la que el acto de perdonar queda cojo. Se utiliza banalizando lo que supone “perdonar”,
“liberar” el odio, el rencor de ti.
Efectivamente,
queda como una especie de resquemor al decir” no olvido”, situación absurda,
por otra parte, porque efectivamente nadie podemos olvidar nada de lo vivido lo
cual no significa que el recuerdo nos instale en el rencor y la amargura
permanente porque entonces no hemos perdonado.
En
el caso de aquello a lo que podamos aplicar la frase “no pasó nunca”, se opera
una especie de autoengaño que nos ayuda
a vivir. Es como protegernos de nuestro propio remordimiento, de esa conciencia
tirana que actúa como riguroso juez cuando hay algo en lo que hemos actuado
mal.
Sin
embargo, a veces es muy útil. Levantamos una pared ante hechos que no pueden
remediarse y podemos seguir con la vida que, por sí misma, traerá nuevos
capítulos donde poder aplicar lo que aprendimos en aquello que queremos
olvidar.
Sabemos
que si no logramos aprender nos volverá a ir mal.
Hemos
venido a experimentar, a recordar y a mejorar.
Hagámoslo
lo mejor posible, pero si en el medio del proceso caemos de nuevo, no nos
torturemos.
“No
pasó nunca”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario