Lo
más estresante de la vida son los altibajos. La incertidumbre de saber lo que queremos
y conocer lo que perdemos, darnos cuenta de lo que ganamos y extraer la factura
que nos pasa la vida por coquetear con ella.
Cuando la marea está alta podemos
activar la alerta. Lo vemos venir, nos custodiamos tras las barreras de la
voluntad y el raciocinio. Nos quedamos quietos hasta que las aguas se calman y
volvemos a la lucha cuando no hay peligro.
Hay que temer al agua mansa. A la
corriente lenta que parece seguir siempre el mismo camino. A las sonrisas entre
dientes, a los comentarios doblados, a la mano tibia y a esa especie de palmada
en la espalda que nos clava el cuchillo.
Se dice “ Del agua mansa líbrame Dios, que de la brava me libro yo”.
En definitiva ver venir la tormenta siempre
ayuda. Da tiempo a resguardarnos y a protegernos. Incluso podemos beneficiarnos
de la lluvia en torrente que refresca de vez en cuando.
Las
personas suaves, las que tienen piel de cordero, las que parecen dispuestas
siempre a favor de los demás pueden ocultar un volcán a punto de estallar que
suele hacerlo en cualquier momento.
Me
gusta la claridad. Ser directos aunque discretos. Respetar la sensibilidad del
otro y dejarle campo para la defensa.
Posiblemente
estemos en un momento histórico donde nos han devorado las mentiras, los
embustes y los trapicheos. Estamos hartos de merendar lo mismo. Aire vacío sin
sabor a nada.
Cada
vez tengo más clara la necesidad de decir lo que siento, de actuar de
consonancia y de responder con la única moneda que da libertad: la verdad.
Se
acabó el tiempo de la disculpa fácil y el perdón ligero. Se acabó el caramelo
que sustituye a la tarta que otros se han comido. Se acabaron las ganas de
permitir y la tibieza de aguantar.
Estamos
en un tiempo nuevo.
Me
gustaría que cuando nuestros nietos cuenten esta parte de la historia a sus
hijos, sientan el orgullo de tener unos antepasados cercanos que se plantaron
frente al engaño.
Habrá
que dejar pasar tiempo, tal vez, hasta que todo vuelva a oler bien de nuevo. Pero
así es la historia. Etapas, ciclos y periodos que se suceden como suma de
contrarios.
La
propia vida funciona de igual manera.
Estamos
frente a la marea alta. Al menos podemos tomar medidas para no ahogarnos.
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