Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 23 de abril de 2013

LA OTRA MIRADA NUESTRA: LOS LIBROS



No me gustan los homenajes. Sobre todo porque parece que dedicar un día a un tema determinado significa que hay que recordarlo y por lo tanto se presupone que se ha olvidado con anterioridad o que al menos no es lo suficientemente relevante como para que todos lo tengamos en la mente.
         Sin embargo, estamos llenos de días dedicados “a”… ¿será porque se necesitan?. Yo, al menos, prefiero hacerlos míos día a día y procurar una consideración cumplida en mi interior, siempre.
         ¿Cómo rendir nuestra cortesía a los libros?...!si son tanto!. Realmente significan ojos que ven de otra forma y  mundos que aparecen encajando en el nuestro sin salir de nuestra habitación.
         Un libro puede rescatarnos de la locura, puede ayudar a inventarnos de nuevo, a canalizar la amargura, a rendir culto a la alegría; a soñar y gozar y hasta a evadirnos de nosotros cuando no queremos estar dentro.
         La experiencia que proporciona  cada libro es tan múltiple como los ojos que lo leen. Siempre nueva, siempre diferente y hasta continuamente distinta para un mismo lector.
Tengo libros antiguos, marcados con tarjetitas, subrayados con rotuladores, anotados con señas a lápiz…libros vivos que siguen existiendo en la estantería y que se renuevan para mí. Cuando los releo siempre me parece estar sobre otras letras distintas y con mensajes diferentes. Han crecido y han cambiado. Es una especie de fenómeno extraño que se metamorfiza conmigo.
No me gustan los libros digitales, como creo que he dicho en alguna ocasión, porque me da la sensación de perder su frescura, de cargarnos la piel de las letras y quedarnos solamente con su zumo.
Me gusta acariciar su apariencia de papel, la cálida sensación del color de las hojas o el sonido chispeante del roce de sus páginas al volverlas.
Me gusta trazar caminos, en los libros, dejar huellas, inventar rastros que más tarde vuelvo a seguir. Me encanta notar que he pasado antes por ellos y que me están esperando de nuevo para contarme lo que ha sucedido en su interior desde que los he dejado.
Son entes vivos que nunca mueren. Materia activa en continua evolución. Volcanes latentes siempre dispuestos  a vomitar nuevas ideas de sus entrañas.
Un libro nunca es igual a sí mismo en la primera vez que lo leímos. Siempre aporta datos nuevos, siempre nos descubre lo que en un primer acercamiento no vimos, siempre acude a la llamada nuestra, siempre espera paciente que volvamos a acordarnos de él.
Por eso, aunque no me gustan los homenajes, hoy voy a hacer una excepción para poder concluir que todos somos, de alguna manera, el compendio de los libros que hemos leído porque de cada uno se ha depositado, en el corazón, una semilla fértil que sin sentirlo ha germinado en nuestra forma de ver la vida.
Me gustaría proponer el fructífero ejercicio de releer libros viejos. Ninguna sorpresa es tan agradable como comprobar que siempre nos esperan con mensajes nuevos.   
Cuando necesito un hombro amigo, un consejero silencioso y un tesorero de mis secretos, siempre recurro a ellos.
Como siempre y una vez más, me esperan pacientes y deseosos de ser elegidos por mi mirada de nuevo.
Es uno de los mejores placeres que podemos experimentar.

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