Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 15 de septiembre de 2011

NINGÚN TIEMPO ES PERDIDO

Ningún tiempo es perdido. La sensación de haber perdido el tiempo, en algún momento de nuestra vida, nos asalta irremediablemente de vez en cuando. Creemos que perdimos el tiempo con aquella relación que no funcionó, con el proyecto que fracasó, con el objetivo no cumplido, con la conducta no deseada de nuestros hijos…en definitiva con todas decisiones erróneas que hemos tomado y seguiremos tomando. Pero en realidad, el tiempo nunca se pierde. Los fracasos son oportunidades intensas para aprender lo que no funciona, lo que no encaja en nuestra vida, los procedimientos que debemos abandonar, el pensamiento que tenemos que desechar, los valores que debemos reponer y un sin fin de nuevos modos de ser y sentir que seguramente se instalarán en nuestra conciencia después de habernos equivocado.
Todo vale. Todo sirve en esta carrera de fondo que es el aprendizaje. Incluso me atrevería a decir que los malos ejemplos son también valiosos…aunque sea para saber lo que no debemos hacer.
La percepción del tiempo es una ilusión que el ser humano ha creado a su medida. Necesitamos controlar, parcializar, distribuir, segmentar, hacer porciones digeribles de conciencia. Precisamos encajar nuestras acciones en una porción subdividida de minutos, horas, días, meses y años que nos marquen la progresión de la vida. Todo lo que sucede lo percibimos linealmente. Como si se tratase de un ferrocarril que la atravesase y nosotros estuviésemos montados ahora en uno de sus vagones. Creemos que la vida avanza, va hacia delante, progresa y prospera indefinidamente. Sin embargo, tengo la impresión de estar viviendo en la misma dimensión que todos los que me precedieron. Caminando por el mismo espacio de quienes protagonizaron la historia que me precede, bebiendo de las mismas fuentes intuitivas, desgranando los mismos pensamientos que ayudan a vivir. Posiblemente, el tiempo sea, sí, una ilusión que necesita crear nuestro desaforado deseo de avanzar en una línea progresiva de continuada e ilimitada extensión. Por eso creemos perderlo si no obtenemos los resultados que esperábamos.
El tiempo está congelado en nuestra alma y sólo su calor verdadero, es decir, las acciones, pensamientos y emociones que nos llevan a conectar con nuestro diseño original, puede derretir su implacable presencia.

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