EL REY Y EL HALCON
Nuestro protagonista ya lo descubrió hace más de 800 años...que no hemos de hacer nada cuando nos encontremos enfadados; éstas reacciones siempre contienen errores.
Veamos...
Genghis Khan fue un gran rey y guerrero que condujo su ejército por China y Persia, conquistando muchas tierras, extendiendo su imperio desde Europa del Este hasta el mar de Japón. En cada país, muchos hombres contaron sus proezas, afirmando que desde Alejandro El Grande no había habido otro rey como él.
Una mañana cuando Genghis Khan regresaba a su casa desde las guerras, cabalgó entre los bosques para hacer un poco de caza. Muchos de sus amigos fueron con él. Cabalgaron alegremente, cargando sus arcos y sus flechas. Detrás de ellos venían los sirvientes con los perros de caza. Esta fue una divertida fiesta de cazadores. Los bosques resonaron con sus disparos y risas. Esperaban llevar mucha caza a casa por la noche.
En la muñeca del rey iba sentado su halcón favorito, para estos tiempos los halcones eran entrenados para cazar. A una palabra de sus maestros ellos volaban alto para mirar alrededor en busca de alguna presa. Si tenían la oportunidad de ver un ciervo o un conejo, ellos descendían sobre éste tan rápido como una flecha. Todo el día, Genghis Kan y sus cazadores cabalgaron a través de los bosques. Pero ellos no encontraron tanta caza como esperaban. Al caer la noche empezaron el regreso a casa.
El rey, que conocía muy bien todos los bosques y caminos, se desvió del grupo y se fue sólo a través del valle y las montañas. Pero al cabo de un rato empezó a tener mucha sed.
Su mascota, el halcón, voló de su muñeca. Quería estar seguro de encontrar el camino a casa. El rey cabalgó lentamente porque una vez había visto una cascada de agua cristalina cerca del camino donde se encontraba.
"Si pudiera encontrarla ahora!", pensaba desesperado el rey. Pero el verano había secado todos los arroyos de la montaña. Finalmente pudo encontrar un poco de agua goteando sobre la orilla de una roca. Supo entonces, que no lejos de ahí había un manantial. En la estación de lluvia, un chorro rápido de agua siempre se derramaba ahí, pero ahora éste venía en una sola gota al mismo tiempo.
El rey saltó de su caballo. Tomó un pequeño vaso de plata de su bolsa de cazador. Lo sostuvo para atrapar las gotas que caían lentamente. Tardó mucho en llenar el vaso y el rey estaba tan sediento que apenas podía esperar. Al fin el vaso estaba casi lleno. Pero cuando el rey puso el vaso en sus labios y estaba a punto de beber escuchó un sonido rechinando en el el aire, y el vaso fue quitado de un golpe de sus manos. El agua se derramó sobre el suelo. El rey miró arriba para ver quién había hecho esto. Y resulta que había sido su mascota, el halcón. El halcón voló hacia atrás y hacia adelante varias veces, y entonces se aposentó en medio de las rocas del manantial. El rey recogió el vaso, y otra vez lo sostuvo para atrapar el chorrito de gotas. Esta vez, no esperó mucho, cuando el vaso estaba por la mitad, lo levantó hacia su boca. Pero, antes de haberlo tocado con sus labios, el halcón descendió otra vez y tumbó el vaso de sus manos. El rey empezó a estar cada vez más enfadado. Trató de llenar otra vez el vaso, pero de nuevo el halcón se lo arrojó.
"Cómo te atreves a hacerme eso? Si te hubiera tenido entre mis manos, te hubiera retorcido el cuello!", gritó el rey al halcón. Entonces, llenó el vaso otra vez. Pero antes de que tratara de beber, sacó su espada.
"Ahora, señor halcón," dijo, "esta es la última vez". Apenas había terminado de hablar, el halcón descendió y tumbó el vaso de su mano. Pero el rey ya estaba esperando que lo hiciera. Con una rápida barrida de su espada, hirió el pájaro cuando pasó. De inmediato, el pobre halcón quedó tendido sangrando y muriendo a los pies de su maestro.
"Eso es lo que recibes por tus molestias", dijo Genghis Khan. Pero cuando buscó su vaso, encontró que había caído entre dos rocas donde no podía alcanzarlo.
"A cualquier precio, yo beberé de ese manantial", se dijo a si mismo. Acto seguido, comenzó a escalar la empinada loma del lugar de donde el agua goteaba. Este fue un duro trabajo, y mientras más alto él subía, más sediento se sentía.
Al fin alcanzó el lugar. Ahí había una piscina de agua; pero, ¿qué era eso que yacía en la piscina casi llenándola? Era una enorme serpiente de las especies más venenosas! El rey se paralizó. Olvidó su sed. Sólo pensó en el pobre pájaro muerto tendido en el suelo debajo de él.
"El halcón salvó mi vida!", gritó, "y ¿cómo le pagué? El fue mi mejor amigo, y yo lo he matado."
El rey volvió loma abajo. Cogió el pájaro, lo levantó suavemente y lo recostó sobre su bolsa de cazador. Entonces, montó en su caballo y cabalgó velozmente a casa. Mientras, se dijo a sí mismo: 'he aprendido una triste lección hoy, y es, nunca hacer nada enojado'.
Nuestro protagonista ya lo descubrió hace más de 800 años...que no hemos de hacer nada cuando nos encontremos enfadados; éstas reacciones siempre contienen errores.
Veamos...
Genghis Khan fue un gran rey y guerrero que condujo su ejército por China y Persia, conquistando muchas tierras, extendiendo su imperio desde Europa del Este hasta el mar de Japón. En cada país, muchos hombres contaron sus proezas, afirmando que desde Alejandro El Grande no había habido otro rey como él.
Una mañana cuando Genghis Khan regresaba a su casa desde las guerras, cabalgó entre los bosques para hacer un poco de caza. Muchos de sus amigos fueron con él. Cabalgaron alegremente, cargando sus arcos y sus flechas. Detrás de ellos venían los sirvientes con los perros de caza. Esta fue una divertida fiesta de cazadores. Los bosques resonaron con sus disparos y risas. Esperaban llevar mucha caza a casa por la noche.
En la muñeca del rey iba sentado su halcón favorito, para estos tiempos los halcones eran entrenados para cazar. A una palabra de sus maestros ellos volaban alto para mirar alrededor en busca de alguna presa. Si tenían la oportunidad de ver un ciervo o un conejo, ellos descendían sobre éste tan rápido como una flecha. Todo el día, Genghis Kan y sus cazadores cabalgaron a través de los bosques. Pero ellos no encontraron tanta caza como esperaban. Al caer la noche empezaron el regreso a casa.
El rey, que conocía muy bien todos los bosques y caminos, se desvió del grupo y se fue sólo a través del valle y las montañas. Pero al cabo de un rato empezó a tener mucha sed.
Su mascota, el halcón, voló de su muñeca. Quería estar seguro de encontrar el camino a casa. El rey cabalgó lentamente porque una vez había visto una cascada de agua cristalina cerca del camino donde se encontraba.
"Si pudiera encontrarla ahora!", pensaba desesperado el rey. Pero el verano había secado todos los arroyos de la montaña. Finalmente pudo encontrar un poco de agua goteando sobre la orilla de una roca. Supo entonces, que no lejos de ahí había un manantial. En la estación de lluvia, un chorro rápido de agua siempre se derramaba ahí, pero ahora éste venía en una sola gota al mismo tiempo.
El rey saltó de su caballo. Tomó un pequeño vaso de plata de su bolsa de cazador. Lo sostuvo para atrapar las gotas que caían lentamente. Tardó mucho en llenar el vaso y el rey estaba tan sediento que apenas podía esperar. Al fin el vaso estaba casi lleno. Pero cuando el rey puso el vaso en sus labios y estaba a punto de beber escuchó un sonido rechinando en el el aire, y el vaso fue quitado de un golpe de sus manos. El agua se derramó sobre el suelo. El rey miró arriba para ver quién había hecho esto. Y resulta que había sido su mascota, el halcón. El halcón voló hacia atrás y hacia adelante varias veces, y entonces se aposentó en medio de las rocas del manantial. El rey recogió el vaso, y otra vez lo sostuvo para atrapar el chorrito de gotas. Esta vez, no esperó mucho, cuando el vaso estaba por la mitad, lo levantó hacia su boca. Pero, antes de haberlo tocado con sus labios, el halcón descendió otra vez y tumbó el vaso de sus manos. El rey empezó a estar cada vez más enfadado. Trató de llenar otra vez el vaso, pero de nuevo el halcón se lo arrojó.
"Cómo te atreves a hacerme eso? Si te hubiera tenido entre mis manos, te hubiera retorcido el cuello!", gritó el rey al halcón. Entonces, llenó el vaso otra vez. Pero antes de que tratara de beber, sacó su espada.
"Ahora, señor halcón," dijo, "esta es la última vez". Apenas había terminado de hablar, el halcón descendió y tumbó el vaso de su mano. Pero el rey ya estaba esperando que lo hiciera. Con una rápida barrida de su espada, hirió el pájaro cuando pasó. De inmediato, el pobre halcón quedó tendido sangrando y muriendo a los pies de su maestro.
"Eso es lo que recibes por tus molestias", dijo Genghis Khan. Pero cuando buscó su vaso, encontró que había caído entre dos rocas donde no podía alcanzarlo.
"A cualquier precio, yo beberé de ese manantial", se dijo a si mismo. Acto seguido, comenzó a escalar la empinada loma del lugar de donde el agua goteaba. Este fue un duro trabajo, y mientras más alto él subía, más sediento se sentía.
Al fin alcanzó el lugar. Ahí había una piscina de agua; pero, ¿qué era eso que yacía en la piscina casi llenándola? Era una enorme serpiente de las especies más venenosas! El rey se paralizó. Olvidó su sed. Sólo pensó en el pobre pájaro muerto tendido en el suelo debajo de él.
"El halcón salvó mi vida!", gritó, "y ¿cómo le pagué? El fue mi mejor amigo, y yo lo he matado."
El rey volvió loma abajo. Cogió el pájaro, lo levantó suavemente y lo recostó sobre su bolsa de cazador. Entonces, montó en su caballo y cabalgó velozmente a casa. Mientras, se dijo a sí mismo: 'he aprendido una triste lección hoy, y es, nunca hacer nada enojado'.
Qué cierto es este cuento! cuántas veces cargamos nuesta ira o enfado sobre las personas que más amamos, o sobre aquellos que en sobradas ocasiones han rendido culto a nuestro bienestar.
ResponderEliminarContemos hasta diez antes de reaccionar o veinte, si fuera necesario.
Un besillo veraniego Flor y Nata
Qué fresco me parece este besito de verano !! gracias Xara, esto es una llamada de atención para pararnos y contar hasta un millón antes de lanzarnos a decir algo de lo que después nos arrepentiríamos.***
ResponderEliminarUn proverbio chino dice: " Si cuando vas a responder una ofensa sientes ira, cuenta hasta 7 antes de responder; si al llevar a 7 sientes aun ira, cuenta hasta 77 y si cuando llegues a 77...." o sea nunca contestes o actues con ira.
ResponderEliminarOtro dice: " No muerdas la mano que te dá de comer.."
Y mi abuela que era sabia decía: " No debemos petear la cuchara..."
Un buen mensaje sobre Gengis (Temujin) quien construyó el imperio mas grande labrado por hombre alguno.
...!
Me ha gustado mucho esta particular tabla de los 7 ...sin duda tendremos que ponerla en práctica más a menudo!. Garcias por tus valiosas aportaciones.***
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