Necesariamente
hay que hacer pausas. Refrenarse es la única forma de hacerse amigo de uno
mismo. Damos vueltas en círculo cuando abrimos la caja de Pandora de nuestra
ira. Levantamos olas inmensas para llenar un pequeño lago. Quemamos mucha
pólvora para un mínimo fuego.
En
ocasiones, nuestra impulsividad no nos deja controlar las situaciones; sobre
todo las internas. El miedo “a”… nos impide una visión clara y un
comportamiento sereno que vaya a nuestro favor.
Hay
miedos de muchas clases a muchas cosas, a la pérdida, al abandono, a la
soledad, al desamor…
Si
logramos pararnos, por debajo de todo hay algo muy suave y compasivo deseoso de
manifestarse.
…”
Había una vez una joven guerrera. Su profesora le dijo que tenía que luchar con
el miedo, pero ella no quería hacerlo. Le parecía algo demasiado agresivo,
temerario; le parecía poco amistoso. Pero la profesora insistió y le dio las
instrucciones necesarias para la batalla. Llegado el día. La estudiante estaba
de pie en un lado y el miedo estaba al otro lado. La guerrera se sentía muy
pequeña y el miedo parecía muy grande e iracundo. Ambos tenían asidas sus armas.
(…) Llegado a un punto, la joven guerrera le preguntó. ¿Cómo puedo derrotarte? Y
el miedo replicó:” Mis armas son que hablo muy rápido y me sitúo muy cerca de
tu cara. Entonces te pones muy nerviosa y haces lo que te digo. Si no hicieses
lo que te digo, no tendría ningún poder. Puedes escucharme y puedes respetarme,
puedo incluso convencerte con mis argumentos; pero si no haces lo que te digo,
no tengo poder”.
De
esta forma la estudiante guerrera aprendió a derrotar al miedo.
Así
es como funcionan las cosas en la realidad.
“Cuando todo se derrumba”. Pema Chödrón. (pag.
56).
Efectivamente,
nuestros miedos nos pueden. Hablamos rápido, pensamos embrolladamente,
sobredimensionamos lo que tememos, nos ajustamos a la talla de nuestros fantasmas
y nos convertimos en nuestros defectos.
Aprender
a serenarse en medio de la batalla pasa por respirar profundo, dar espacio al
miedo, dejarle que se diluya en un amplio cielo o un ancho mar…respirar;
inspirar, exhalar… y después sentir en lo más profundo que “no pasa nada”, que “no
estamos solos” y que siempre nos tendremos a nosotros mismos.
Eso
sí…recordar siempre el mensaje del breve relato anterior:
“Si no escuchamos al miedo, no tendrá ningún
poder”.