Todo saber es necesario, sin duda. La capacidad de aprender, la necesidad de llenarte de conocimientos es tan urgente como la propia vida.
La apreciación de lo valioso diferente que hallas en el proceso, la integración de lo desconocido en lo sabido… todo eso y más, hace de la curiosidad una de las más valiosas actitudes.
Como en todo, hay que priorizar. De hecho, la evolución que el niño sigue en su proceso madurativo, prioriza saberes; los escalona y los organiza piramidalmente para mezclarlos, más tarde, e interrelacionarlos como si de los ingredientes de un pastel se tratase. Todos juntos dando un resultado, pero imposibles de separar una vez que se han integrado.
Veamos este breve cuento en relación a la importancia de la oportunidad de lo que debemos saber. No siempre será conveniente usar unos saberes y no otros. De elegir bien dependerá, muchas veces, nuestra existencia esté puesta dónde esté.
“…A veces
Nasrudín trasladaba pasajeros en su bote. Un día, un exigente y solemne sabio
alquiló sus servicios para que lo transportara hasta la orilla opuesta de un
ancho río. Al comenzar el cruce, el erudito le preguntó si el viaje sería muy
movido.
- Eso depende, tal vez, según…- le contestó Nasrudín.
- ¿Nunca aprendió usted gramática?
- No- dijo el Mulah Nasrudín.
- En ese caso, ha desperdiciado la mitad de su vida.
El Mulah no respondió.
Al rato se levantó una terrible tormenta y el
imperfecto bote de Nasrudín comenzó a llenarse de agua. Nasrudín se inclinó
hacia su pasajero:
- ¿Aprendió
usted alguna vez a nadar?
- No - contestó el sabio gramático.
- En ese caso, amigo, ha desperdiciado TODA su vida, porque nos
estamos hundiendo!”
Nunca despreciemos ningún saber.