Hay que buscar espacios, lugares y gentes que nos lleven a la calma. Hay que rodearse de seres de paz. Es preciso tener cerca personas que nos ayuden a serenarnos con su sonrisa, con su mirada, con el leve roce de su mano en la nuestra. Buscar cualquier cosa que mejore y renueve nuestro deseo de serenarnos.
Esta búsqueda es sencilla porque más que rastrear dónde se encuentra, lo que de verdad nos sosiega, lo que hay que hacer es estar atentos a lo que sucede por dentro cuando nos encontramos con un lugar que nos invite a estar en paz, una persona que nos dirija hacia el bienestar o cualquier libro, sintonía, paisaje o situación que nos haga sentir bien.
Nos estamos acostumbrando a estar mal. A tener prisa, al ceño fruncido y al malestar constante ante todo. El entorno social no ayuda y tampoco la comprensión que nos regalamos unos a otros, que suele ser muy escasa. Estamos dispuestos siempre para la pelea. En guardia constante y con las espada en alto por si es necesario cortar los primeros.
Así no podemos ser felices. Sobre todo, cuando damos más importancia a lo que hay fuera que a lo que grita dentro.
Llenar el corazón de calma, no es fácil. Por eso necesitamos buscar un lugar que nos agrade y disponernos con todo aquello que nos lleve a un estado de plenitud en la sencillez. Sólo de esa forma estaremos dispuestos para conectar con esa voz interior que todos tenemos y que cada vez está más callada.
Hay personas tóxicas, que sólo su presencia parece que daña la nuestra. Seres con los que no hay ninguna sintonía nada más conocerles. Gente a la que nunca vas a acercarte. Por el contrario, otros serán tu guía. Una especie de luz serena en el universo de tu alma que parezca acariciar siempre tus momentos de pena, de confusión, de desconcierto y de amargura.
Eso es lo que hay que cuidar por encima de todo. Aquel ser que nos mejora sólo con estar cerca, el lugar que se convierte en sagrado con nuestra presencia o ese momento indescriptible en el que sentimos de verdad, que lo que nos constituye no pertenece a este mundo.
Recurrir a estos instantes o tener cerca a estas personas es, seguramente, el mejor camino para llenarnos de paz.
Si todo esto no existe en nuestro entorno, es urgente que los busquemos más allá y si no, de cualquier modo, no tendremos más remedio que inventarlo.