No es siempre, no todos los días, ni tampoco a todas las horas, pero hay momentos increíblemente malos. Puede parecer que lo tienes todo, puede que los demás no lo vean, puede que aunque lo hagan ni siquiera lo entiendan. La realidad es que te sientes solo/a en un desierto sin oasis en el que no hay caminos, las sendas no se ven o las huellas de otros están borradas.
No te asustes. El cerebro está preparado para sobrevivir cuando el cuerpo o la mente están saturados. Él busca maneras y formas de no colapsar, de seguir adelante, de enviarte mensajes que debes aprender a identificar. Vive con la seguridad de que podrás seguir, de que aprenderás a vivir con un dolor que se irá transformando, proceda de donde proceda.
El tiempo siempre ayuda. Todo cambia. Nuestra esencia, la de la vida, es la impermanencia. En realidad, no hay tierra bajo nuestros pies que no se mueva. No hay “ para siempre”, “ todos”, “nadas”… la existencia es cambio, nada permanece igual ni siquiera por un momento, aunque lo parezca.
La única forma de instalarse en el caos es traspasándolo…recordemos que el ojo del huracán, en su centro, siempre está repleto de la mayor calma que podamos conocer. Pasa más allá de lo que te asusta, de lo que te duele, de lo que te hace sentir rencor y verás que paso a paso llegarás a lugares más serenos, más suaves, más equilibrados donde comience a darte igual todo lo que no seas tu mismo/a y la conciencia bondadosa que da sentido real a tu vida.