Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 25 de agosto de 2018

NIÑAS MALAS



Nos han contado el cuento del príncipe azul. Las mujeres de mi generación, esperamos que el hombre que se acerque a nosotras esté deseando hacernos reinas de sus emociones y que si desea, goza, busca o se entrega sea solamente con nosotras.




Por otra parte, nos han dicho y hemos visto, que hay que enamorarse para toda la vida, que el ser que esté a nuestro lado debe estar colmado/a de nuestras atenciones y que el resultado será una inmensa compensación y un empeño indecible, de la otra parte, por hacernos felices.

Nos hablaron de la felicidad como si fuese algo fácil, externo y ajeno a nuestra voluntad. Una experiencia que “otros” nos proporcionarían con nombre y apellidos. Nos dijeron que eso solamente sucedería si nos portábamos bien, si éramos unas chicas buenas, amables, cariñosas y entregadas.

Nos pareció lo correcto, nos parecía fácil.  Creímos que eso era todo lo que había que hacer para ser felices con otra persona e incluso para asegurarnos una felicidad por siempre.

No era así. Ni lo fue entonces. No lo fue nunca. Todos se empeñaban en creer que había una fórmula para resolver el eterno dilema del funcionamiento de las relaciones y se olvidaron que en ellas, nosotros/as tenemos mucha importancia en la construcción de esa felicidad. Nunca nos llega de un príncipe azul que nunca se ajusta al del cuento.

Luego comenzamos a ver que las chicas “malas” se lo pasaban mejor, iban a todos los sitios y eran capaces de probar muchos príncipes para ver el color de traje. Nos volvió a parecer podía ser el camino, ya que la fórmula de nuestras abuelas no funcionaba como nos dijeron. Y de nuevo surgió una generación diferente que terminó por darse cuenta que ser “niñas malas” las hacía participar, en mayor medida, de unos placeres que antes se creían depositados en la otra parte de la pareja para regalárnoslos.

Con el tiempo, descubrieron que no era la fórmula adecuada tampoco pero, eso sí, se quedaron con la ventaja de poner en ellas mismas la grandiosa posibilidad de ser felices.

De ahí el famoso chiste que dice…”las niñas buenas van al cielo, las malas a todos los lados”.

Como siempre, seguramente la solución está en cada uno, dentro de sí y dejándose llevar por lo que acepte su corazón y le mejore.

miércoles, 22 de agosto de 2018

UNA VUELTA MÁGICA PARA LOS PROBLEMAS



Desde que nacemos estamos en tiempo de descuento. Nuestro camino se dirige al final desde el principio, o tal vez nacemos en un final y el recorrido es inverso.

Por eso, lo más importante que podemos regalar a nadie es nuestro tiempo.

La intensidad que goza cualquier tiempo de descuento es inmensa. 



Somos muy estúpidos en la gestión de nuestras diferencias y abrazamos discusiones  que las llenamos de un tono poderoso en las que se nos van las energías y a veces, la vida.

No sabemos darle la vuelta a los problemas. Si lo hiciésemos, muchas veces, todo resultaría mucho más sencillo e incluso se resolverían por sí solos.

Nos gusta emplear mucho ego en ellos. Nos disgusta “ que gane el otro” porque parece que nos coloca en una posición de inferioridad. 

Peleamos y peleamos hasta quedar exhaustos con tal de ganar. ¿Pero qué  es lo que ganamos?. Mal humor, acidez de estómago, dolor de cabeza, en crispación, insomnio y pérdida de energía.

Veamos como resuelve Nasrudín una situación que aunque ajena a él, le involucra.

Tal vez, podamos aprender algo.


“Una noche, mientras dormía, Mulla sintió frío y se despertó. Llovía, granizaba y, entre estallido y estallido de trueno, oyó el ruido de una discusión cerca de su casa.

Movido por la curiosidad, saltó de la cama, se cubrió con su manta de lana y salió para comprender la causa de aquel jaleo. Advirtió entonces que había una banda de ladrones que, tan pronto como le vieron, se arrojaron sobre él, le arrebataron la manta y se pusieron pies en polvorosa.

Tiritando entonces de frío y de temor, regresó a su casa, cerró la puerta y se reunió con su mujer en la cama.
-¿Qué era tanto jaleo?- le preguntó ella-. ¿Y cuál era la razón de esa disputa?

Nasrudin respondió con tono desenvuelto:
-Era una banda de gamberros que se peleaban por mi manta. Una vez que la han cogido, han hecho las paces y han proseguido tranquilamente su camino.”