No sabemos la fuerza que hay en nosotros hasta que la necesitamos. A veces, hemos visto a los demás en situaciones en las que hemos pensado que seríamos incapaces de sufrir y superar, pero no es así.
La supervivencia es una de las características de los seres vivos más destacada y cuanto más desarrollados e inteligentes son éstos, más potenciada está. Por eso, lo que parece un drama insuperable…con el tiempo se va acomodando en nuestro corazón para permitir que nuestro cuerpo y nuestra mente sigan viviendo.
Veamos una breve reflexión sobre la fortaleza y el carácter de su naturaleza.
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“Si quieres saber lo fuerte que es una persona, mira lo gentil que es. La verdadera fuerza no siente la necesidad de ser fuerte o contundente, no siente la necesidad para probarse a sí misma.
La verdadera fuerza es tener un corazón abierto en un mundo que te enseña a cerrarlo.
La verdadera fuerza es dejar que tu vulnerabilidad se vea sin preocuparse de juzgar.
La verdadera fuerza está estar tan arraigada en la verdad de quién eres que no sientes necesidad de defenderla.
La verdadera fuerza es elegir el amor sobre el miedo en cada momento.
La verdadera fuerza es suave, es silenciosa, es ligera como una pluma. La verdadera fuerza es fluida, fluye con las corrientes de la vida, mientras que nunca se pierde dentro de ella.
La verdadera fuerza no se ve, se siente; emanando de un corazón que ha aprendido, que “el amor es el camino.” (Rumy, poeta sufí)
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El infinito cableado de las emociones, dentro de nuestro cuerpo, dirigido por una mente que en milésimas de segundo da respuestas a estímulos externos e internos, nos ayudará siempre a mantener la fuerza viva para continuar, a pesar de cualquier circunstancia, en medio del caos y en el centro del desconcierto más paralizante. Eso nos debe dar la seguridad y la calma suficiente para dejar pasar lo malo esperando algo mejor, que llegará con seguridad porque la vida es cíclica y así hay que saber vivirla.