Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


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domingo, 28 de agosto de 2011

LO FUNDAMENTAL Y LO ACCESORIO


Es necesario distinguir siempre entre lo fundamental y lo accesorio. En muchas ocasiones, perdemos el sentido de lo importante por lo atender a lo que suscita la discusión, dejando de lado lo que es imprescindible y definitivo. Se nos escapa la vida, de discusión en discusión. Nos gusta argumentar, debatir y rebatir la palabra de otros sin tener en cuenta las consecuencias del contenido. La palabra queda reducida así a simple vestimenta del pensamiento en la que nos enredamos para hacerla más lujosa. Hay que dejar de lado lo que no tiene trascendencia. Saber discutir es todo un valor que muy pocos poseen. Cuando entramos en una polémica y tratamos de justificar los argumentos que esgrimimos, una y otra vez, llega un punto en el que se pierde el sentido y la dimensión de lo debatido y se escapa la inmediatez de lo necesario. Tratemos de ser cautos. Atemos nuestra lengua al corazón y dejemos que sea éste quien dirija la tertulia. No pongamos de pantalla los ornamentos para quedarnos en ellos. Sepamos usar la oratoria como el don que es y tratemos de merecer el nombre de maestros. Nuestra vida siempre es un ejemplo para otros. Nuestra experiencia un tesoro inmenso cuando hemos aprendido de ella y somos capaces de mejorarnos. Cuidemos cómo lo presentamos a los demás. Nunca se sabe en qué momento nos están tomando por modelo.

Veamos este breve texto cuyo contenido es altamente significativo.

“Un hombre se perdió en el desierto. Al cabo de unos días ya punto de morir de sed, vio
que una caravana se acercaba. Como pudo, llamó la atención de los viajeros, que presurosos se dirigieron hacia el necesitado. Éste, con un hilo de voz apenas pudo decir:
-Aaaguaa.
-Pobre hombre, parece que quiere agua, rápido, traigan un pellejo -reclamó uno que parecía el jefe.
-Un pellejo no, por Dios -interpeló otro-, no tiene fuerzas para beber en un pellejo, ¿no se dan cuenta? Traigamos una botella y un vaso para que pueda hacerlo cómodamente.
-¿Un vaso de cristal? ¿Estás loco o qué te pasa? -protestó otro de los presentes-. ¿No ves que lo cogerá con tanta ansia que puede romperlo y dañarse? ¡Traigamos un cuenco de madera!
-Aaaguaa... susurró el moribundo.
-Creo que ustedes se han vuelto locos -agregó un cuarto hombre-. ¿Es que acaso no recuerdan que tenemos un vino excelente? Siempre lo reanimará más un buen vaso de vino que el agua. ¡Traigamos el vino!
-Beebeeer -imploró el sediento con sus últimas fuerzas.
-Seguro que el desierto los ha hecho perder el juicio. ¿Cómo vamos a darle vino sin saber si este hombre es musulmán? ¡Estaríamos obligándolo a cometer un gran pecado! Preguntémosle antes si es religioso -solicitó otro hombre de aspecto bondadoso.
-Pero ¿es que de verdad piensan darle de beber aquí a pleno sol? Antes tenemos que ponerlo a la sombra; yo tengo ciertos conocimientos de medicina y les digo que este hombre está ardiendo de fiebre y agotado. Llevémoslo a la caravana y pongámoslo en una cama -intervino otro de los presentes.
A los mercaderes no les dio tiempo a discutir más, aquel hombre acababa de fallecer en sus brazos.”