Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y
misericordiosa del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como
extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a
una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un
beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que
ésta tenía un arañazo en la mejilla.
--Madre -dijo Kartikeya-, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha
sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a
su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
--Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.
--Pero, madre -se apresuró a decir el joven-, yo jamás osaría
dañarte en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida
madre.
Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la
diosa.
--Hijo mío -dijo-, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una
gata?
--Así fue, madre -repuso Kartikeya.
--Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo
excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata, me
estabas arañando a mí misma.
Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti
mismo.
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