Es difícil, sin duda. Cuando nos provocan suele
ser porque lo que nos dicen o nos hacen, toca el punto sensible, la debilidad
no resuelta, la fisura que se abre entre las fortalezas.
Se habla de que en realidad lo que nos provoca
es aquello que no queremos reconocer en nosotros mismos y vemos en los demás.
Lo criticamos porque nos duele y nos duele porque está dentro.
Mantener la calma en la tempestad es muy
complicado. Se trata de formar el carácter, de madurez o de comprensión. A
veces, incluso va de compasión por los demás o por uno mismo.
Veamos como pasar de puntillas por las
provocaciones y salir fortalecidos.
_____________________________________________________
…”Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya
anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes.
A pesar de su edad, corría la leyenda de que era
capaz de vencer a cualquier adversario.
Cierto día un guerrero conocido por su total
falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la
técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer
movimiento, y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores,
contraatacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás había
perdido una batalla.
Conociendo la reputación del viejo samurai,
estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.
Los estudiantes de zen que se encontraban
presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío.
Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad,
donde el joven empezó a provocar al viejo:
Arrojó algunas piedras en su dirección, lo
escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso
a sus ancestros.
Durante varias horas hizo todo lo posible para
sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la
tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.
Decepcionados por el hecho de que su maestro
aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por
qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de
mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?
El viejo samurai repuso:
-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo
aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
-Por supuesto, a quien intentó entregarlo
-respondió uno de los discípulos.
-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y
los insultos añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan
perteneciendo a quien los cargaba consigo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario