Hay palabras que
nunca deberían haber sido pronunciadas, acciones que jamás debieron ser
ejecutadas, pensamientos que de ningún modo debieron pasar por la mente y sobre
todo, tristezas que nunca debieron ser sentidas en el corazón.
Efectivamente las
marcas de lo que duele, de aquello que sin querer o queriendo, ofende o la de los
propios errores vertidos sobre personas a las que amamos, dejan huella. Hoyos
por los que siempre tendremos que pasar con cuidado, cicatrices que recordarán
la razón de por qué están allí.
El perdón nos
redime a nosotros pero no evita la señal de lo que pasó. Lo que si consigue es
que sea un recordatorio sin rencor. Un pasaje más de los que ayudan con rapidez
a entender que estamos aquí para ayudarnos, para sentir y generar amor y sobre
todo para ser y hacer felices.
Leamos este
conocido cuento y su interesante mensaje.
__________________________________________________________
Hubo una vez un niño
que tenía muy mal genio. Por ello su padre decidió entregarle una caja de
clavos y un consejo, que cada vez que perdiera el control, clavase un clavo en
la puerta de su habitación.
El primer día, el niño
clavó 37 clavos en la puerta. Con el paso del tiempo, el niño fue
aprendiendo a controlar su rabia, por ende, la cantidad de clavos comenzó a disminuir.
Descubrió que eras más
fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Su padre
orgulloso, le sugirió que por cada día que se pudiera controlar, sacase un
clavo.
Los días
transcurrieron y el niño logró quitarlos todos. Conmovido por ello, el padre,
tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta, y con suma tranquilidad
le dijo: “Haz hecho bien, hijo mío, pero mira los hoyos… la puerta nunca
volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual
que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no
importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí.
Una herida verbal es
tan dañina como una física. Recuerda que los amigos son joyas muy escasas,
consérvalos, cuídalos, ámalos, pero no los lastimes, hay daños que son
irreversibles y no hay perdón que los sane.
El niño comprendió la
enseñanza de su padre y jamás volvió a tener que controlar su ira porque se
dedicó a tomarse las cosas con calma y a actuar siempre guiado por el amor.
Hermosa historia...comenzaré a sacar clavos...y de paso a tratar de reparar las heridas de mi puerta.
ResponderEliminarSí creo que nos va a venir bien a la mayoría!. Aprenderemos a sacarlos y a restaurar su hueco.
ResponderEliminarGraciassss*