Por Pilar Sordo
(Fragmento)
Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
Por eso, no debiéramos tenerle miedo al
sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de
aprendizaje.
Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo
vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no
queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida
que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está
en mi voluntad el poder hacerlo. "Ser feliz es una
decisión", no nos olvidemos de eso.
Entonces, con
estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir
un buen año, porque todos estamos en el camino de aprender todos los días
a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas:
-a
aprender a amar
-a dejar huella
-a ser felices (…)
-a dejar huella
-a ser felices (…)
Es dentro de
todo este trabajo donde nos debiéramos concentrar en:
·
Sentarnos en la mesa en familia, mínimo una
vez a la semana, ojala todos los días.
·
No contestar teléfonos mientras estamos
comiendo, sentir que los únicos ruidos que se escuchan sean los de nuestras
voces.
·
Hacernos cariño y tratarnos bien como país
y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los
choferes de las micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día.
Querernos.
·
Crear dentro de nuestras casas, hogares. Y
para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta
manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas,
independientes de los recursos, se están volviendo demasiado perfectas
que parece que nadie puede vivir adentro.
·
Tengamos contacto con la naturaleza,
juguemos, riamos y démonos el tiempo de compartir con los abuelos, imprimámosle
las fotos para que las vean como a ellos les gusta y disfrutemos de sus
sabidurías. Obliguemos a nuestros hijos a compartir con ellos, así
entenderán sus historias.
·
Tratemos de crecer en lo espiritual,
cualquiera sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que
hacemos tiene que ver con la inteligencia del nuevo siglo: la
inteligencia espiritual.
·
Tratemos de dosificar la tecnología y
demos paso a la conversación, a los juegos "antiguos", a los
encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa.
Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias.
http://www.encontrarse.com/notas/pvernota.php3?nnota=37867
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