Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 23 de marzo de 2019

DESPUES DE TODO



Cuando alguien muere, cuando nos parece que todo está perdido, cuando la persona ya no va a estar nunca más, llega hasta nosotros una especie de vacío en el que las palabras pierden el sentido y el silencio invade lo que ya son recuerdos.




Después de que pasa todo, uno intenta traer a la mente a la persona, a lo que vivió con ella, a lo que no se dijo o se dijo de más. Y en ese ir y venir del pensamiento afloran los sentimientos más sinceros. Los que de verdad estaban instalados en el corazón. Los que parecían que se escondían entre la envidia, los rencores o los encontronazos. Aquellos que se guardaban de nuestro consciente para preparar el sustrato del verdadero afecto, a pesar de lo que  hubiese sido o pasado.

Cuando la persona que se va y es cercana, es cuando se pone de manifiesto las ausencias que nos separaron, las presencias que nos unieron y los montones de silencios que debieron de haber sido llenados de palabras con sentido. También, los afectos no expresados; sobre todo esos. Y es que nos cuesta dar besos, estrecharnos en abrazos, tomar la mano, apretarla o simplemente mirar con cariño a los ojos. Gestos sencillos y tan complicados a veces.

La cultura condiciona la expresión de los afectos, les dirige y les particulariza. Luego el hogar se encarga de prestarnos modelos en la infancia en los cuales captamos, con inmediatez inédita, hasta el último gesto presente o ausente, que se profesan nuestros padres. Lo que se permite y lo que no, lo que se normaliza o se ridiculiza, lo que se penaliza o se ensalza. Y eso, aunque nos pese, lo repetimos a lo largo de la vida.

Por eso, es tan importante dejar que el corazón se exprese con libertad serena. Que sea él quien elija a quién a amar y cómo hacerlo. Que sea el que hable sin palabras y una sin ataduras.
Por eso, cuando alguien se va y estamos instalados en el “después de todo”, entendemos por fin que lo que queda es solamente eso. El lenguaje de lo que hayamos amado o de lo que hayamos evitado, eludido o rodeado el amor.

Nada más importante.

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