Lo he encontrado entre textos que guardaba en una carpeta para comentarlos
en clase. Me ha gustado descubrir con su contenido de nuevo. Es interesante.
Hay una obsesión por la perfección en nuestra sociedad de la que
participamos, en mayor o menor medida, todos.
Perfecta alimentación, perfecta salud, perfecto rostro, perfecta silueta,
perfectos movimientos, perfecta ejecución del trabajo… y ciertamente está bien
aspirar a lo máximo, pero hay límites que la vida de cada uno impone que no
deben servir de barreras, sino de líneas de referencia para saber hasta dónde y
cómo llegar a nuestras metas.
Posiblemente, no haya que ser tan perfecto. Probablemente, no es necesario
ser lo mejor entre los mejores. Tal vez, ese pódium esté ocupado pero podemos
situarnos en el nuestro después de intentar llegar a lo máximo que podamos dar.
La excelencia se consigue en comparación con nuestras posibilidades, no con
respecto a las de los demás. Si después de intentarlo desde dentro, de verdad, no
logramos todo lo que pretendíamos, permitámonos fallar. Equivocarnos. Cometer
errores.
Ser divertidamente imperfectos.
Os dejo esta reflexión que encontré.
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“…No finjas. No te hace falta. Ya eres
lo que necesitas ser. Cuando te empeñas en aparentar, los demás se
pierden a esa persona real que hay en ti que es mucho más interesante que la
máscara… ¿Por qué conformarse con una copia cuando el original es mucho más
apasionante?
Ya sé que no es eso lo que ves por ahí y a
un montón de personas parece que les funciona hinchar su ego. Que cada día,
cuando llegas al trabajo, sientes que todos te piden que seas perfecto, que lo
hagas todo más rápido, que seas más eficaz y no pares hasta ser el mejor… Pero
mientras juegas a ser tipo duro, el mundo pierde a una persona sensible con
capacidad de entender y empatizar… Mientras caminas a dos palmos del suelo
para que nadie piense que eres fácil de pisar, se te escapan esos detalles que
tal vez no suman para conseguir méritos pero que hacen sentir que llegas al
fondo de las cosas y las personas y suponen tu excelencia personal…
No te hace falta ser otro, lo que eres es
maravilloso y no tiene desperdicio… Pero mientras te ocultas tras ese traje de
superhéroe, todos tus superpoderes de verdad, los que realmente cuentan para
ti, se desvanecen, se pierden, se esfuman…
En realidad, nadie espera nada, no te
preocupes… Tan sólo lo parece porque les dijiste que sí en demasiadas ocasiones
cuando querías decir que no y les acostumbraste a una que vieran a alguien que
en realidad no existe. Crees que te miran y te observan pero no es cierto, lo
haces tú… El que espera algo de ti que no tiene sentido eres tú mismo, que no
paras de presionarte y juzgarte sin sentido.
El listón que está por las nubes lo sujetas
tú. La crítica más ruin es la que tú te haces… Los demás, te siguen el rollo y
dan coba a tus manías, se ríen porque ven que te da miedo que se rían, te
exigen porque saben que el terreno de la autoexigencia está abonado y mucho… Y
como eso les va bien porque así evitan mirar en su interior un rato, porque
allí también hay mucho trajín, se concentran en ti. Lo hacen porque les miras y
les das permiso para meterse contigo con tu miedo a que lo hagan… Aunque ellos
tienen tanto miedo como tú…
Y mientras, sigues pidiéndote más, sin
freno… Como si tu necesidad de demostrar fuera un saco sin fondo… ¿Hasta
cuándo? ¿No te has fijado como otros dan menos y reciben más?
Y con esto no quiero decir que no des,
hazlo, hasta dónde sientas que quieres, pero sin machacarte ni humillarte a ti
mismo. Da porque gozas dando y aportando. Da porque sueñas con lo maravilloso
que es lo que construyes… No esperes que lo vean porque tal vez no saben
apreciar. Da porque eso te hace sentir vivo y crees que puede ayudar a otros.
Sé excelente para ti, no para los que
esperan que les salves de nada ni los que buscan dejarte vacío para llenar sus
bolsillos…
Ellos te piden porque no paras de dar
incluso cuando no tiene sentido porque necesitas descansar… Te miran mal porque
proyectan tu propia mirada sobre ti… Te ven como te ves y te valoran como te
valoras tú a ti mismo… Y luego, te enfadas porque no te quieren, no te dan
mérito ni te cuelgan medallas… No te dan lo que tú no crees que merezcas.
Los demás son un espejo cruel y ampliado de
lo que tú ves en ti…
No te dejan parar para tomar café porque tú
no te permites parar nunca y no te dedicas tiempo. Te tratan como tú te
tratas.
No busques culpables ni inventes
estrategias que no sean para crecer y encontrar respuestas en ti…
Deja de ponerte metas asfixiantes, ponte
objetivos que puedas amar y disfrutar, por grandes que sean, por lejos que
parezcan. No importa el tamaño, importa la felicidad que te hacen sentir
durante el camino… No busques sueños asequibles y grises, créalos a tu medida…
Y permítete.
Permítete de todo. Lo que te asuste, permítetelo más. Experimenta con todo y haz estallar por
los aires cualquier dogma o creencia que te agobie o te amargue. Si te
hace sentir encerrado, no vale la pena. Echa de tu vida lo que no te haga vivir
intensamente… Encuéntralo, acéptalo y luego abre la puerta. Suelta, no te
amarres a nada. No necesitas salvavidas ni barandillas, te sujetas tú mismo.
Duda, falla, fracasa, pierde. No pasa nada.
No te ve nadie más que tú.
Rompe algo si hace falta. Cae si lo
necesitas para ver que se puede caer y el mundo no se para…
Ya sé que pensar que no eres imprescindible
asusta, pero a mí me parece maravilloso, porque eso te permite dejar de buscar
una perfección insulsa y paralizante y gozar, sentir, entregarte a ser tú de
verdad y amar cada instante de lo que haces y vives… Pide pista para innovar,
para encontrar otras formas de ser y de hacer las cosas y darle la vuelta a
todo lo que parecía intocable…
No eres imprescindible y eso te deja fluir
y experimentar…
No eres imprescindible, pero eres
extraordinario, fascinante, maravilloso… Eres lo que decidas porque ya no
esperas respuestas de nadie, ya no te buscas en otros, ya no dependes de lo que
crean que eres o puedes hacer… Ya no necesitas permiso para vacilar y
equivocarte. No necesitas demostrar nada porque no eres ningún resultado sino
un proceso apasionante… Todo lo bueno que puedes conseguir y encontrar en ti
está por llegar…
Grita si quieres, si sientes que la
garganta te quema… ¿Quién no grita alguna vez? Mientras sepas por qué y no lo
hagas siempre, no escondas qué eres… No busques excusas para tus errores, los
grandes los cometen, son básicos y necesarios, son la catapulta que buscas para
llegar a ti… Respeta siempre, empezando por ti mismo.
Permítete llegar a tu esencia y deja tus
metas sin sentido. Permítete fallar si hace falta para que te des cuenta de que
no necesitas ser perfecto ni demostrar nada.
El mejor de los planes es ser feliz”.
https://merceroura.wordpress.com/2017/05/09/permitete-fallar/
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