Hoy
llego hasta vosotros con un mensaje que no es mío. Me ha gustado. Conecta con
lo suave del ser humano; con las miserias, las luces y las sombras. Con la
superación de ampliar el espacio para que se manifieste el sentimiento que sea;
doloroso o amable…y en ese fluir desprendernos del apego que nos tiene alejados
de nuestro centro.
Os
dejo el texto.
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Todos guardamos en nuestro interior, muy hondo, la herencia oscura de la especie humana.
Todos guardamos en nuestro interior, muy hondo, la herencia oscura de la especie humana.
Esa parte negra
de la que tratamos de alejarnos hasta que nos damos cuenta que si la negamos se
hace grande y nos somete.
Solo con amor es posible iluminar la oscuridad y transformarla.
Cuando entregamos la negrura con dulzura es fácil volver a conectar con la belleza y la magia de la vida. Es así como suelen alejarse los miedos, los recelos, las inseguridades y, en su lugar, florecen la confianza, la alegría y ese amor cálido que surge de dentro y no depende de nada ni de nadie.
Por eso, porque
persigo el sosiego y la belleza, cuando me siento rabiosa, triste, ansiosa,
dolida o herida me lo permito.
Me doy tiempo. Sé que la rabia, la
tristeza, la ansiedad, el dolor y la frustración quieren ser oídas.
Son mis emociones y no puedo ni quiero eludirlas.
Nos sentamos juntas y las escucho sin juzgarlas ni intentar cambiarlas. A veces me hablan a través del cuerpo; se me encoge el estómago, me duele la espalda, el corazón se acelera…
También puede aparecer en la conversación algo o alguien que necesita ser perdonado.
Perdonar, perdono
siempre.
Es un regalo que me hago.
No me gusta estar
atada y, al fin y al cabo, todos arrastramos miserias, somos humanos.
Merce Catro Puigautora de los libros "Palabras que Consuelan" y "Volver a Vivir"
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