Uno
a veces siente que ha cumplido con su misión. Que no queda nada más que de ti dependa y que lo que has podido hacer,
lo has hecho.
En
la propia vida hay misiones que están diseñadas para nosotros. A veces,
descubrimos cuales son y entonces, todo es más fácil. Lo peor es no saber a qué
debes enfrentarte. No tenerlo claro, ni ver la dimensión del contrincante. Pero
cuando uno descubre la parte que le corresponde hacer es mucho más fácil que lo
haga bien y que se esfuerce por ello.
Todos
tenemos una misión, o muchas. En cada una hemos de conocer el plano de ruta y
si no está muy claro, comenzar lentamente caminando para ir abriendo senda
entre la maleza de la selva.
En
ocasiones, debemos retroceder para plantearnos nuevamente la dirección a
seguir, otras veces no hay más remedio que parar por mucho que nos duela
hacerlo y en la mayoría, hay que continuar a pesar de todo.
Hay
misiones que se agotan en sí mismas y duran poco, aunque tratemos de
estirarlas. En este caso, alargar la agonía no sirve de nada y por más que lo
pretendamos no podremos avanzar desde el punto en el que debimos pararnos. Hay
otras, en las cuales todo es poco. Cada esfuerzo es una oportunidad más para
mejorar y ayudar a otros y el trabajo bien hecho, entonces, merece la pena.
Uno
se siente a gusto cuando hemos servido de algo a los demás. No hay
gratificación mayor que una mirada de agradecimiento, un apretón de manos o una
sonrisa de regalo. Lo saben bien toda las personas que se dedican al
voluntariado. Ellas, mejor que nadie, reciben mucho más de lo que dan aun sin
moneda de cambio.
No
hay nada mejor que proporcionar felicidad a los demás sin esperar nada a
cambio. Es la mejor misión que podemos
cumplir, sean hijos, familiares, amigos o desconocidos. Con éstos últimos, la
propina que recibimos se multiplica ampliamente porque al no existir ninguna
obligación que justifique el intercambio de afectos, todo resulta, aún, mucho
más gratificante.
La
principal misión la tenemos con nosotros mismos. Conocernos, aceptarnos y
querernos es el primer paso para cedernos a los demás y lograr, a través de
ello, ser felices.
Es
una apuesta con premio seguro.
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