Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA INUTILIDAD DEL SUFRIMIENTO



Me pregunto hasta qué punto es útil el sufrimiento. Si de verdad redime de algo, ayuda o soluciona de algún modo. A veces cuando sufrimos creemos que en cierta medida contribuimos a que las situaciones dolorosas se resuelvan mejor, pero nada más lejos de la realidad.
Cuando sufrimos nos restamos capacidades de razonamiento y el corazón se revuelve y confunde.
Tratamos de agudizar los sentidos, de estar más atentos, de captar las señales con más sagacidad pero el resultado es el contrario.  Estamos abrumados por lo que tanto nos duele que nos reducimos a la confusión perpetua y la sinrazón continua. Los monstruos se agrandan en nuestra cabeza, los fantasmas van y vienen y la seguridad se escapa por la puerta falsa.
Cuando sufrimos nos entregamos a la pena y eso siempre paraliza. Nos dejamos abatir por la angustia y la desolación de pensar que lo que nos pasa no es justo, de  por qué ha de tocarnos a nosotros, de para qué nos sucede y sobre todo de cómo podremos dejar de sufrir a la mayor brevedad posible. Sin embargo, el sufrimiento se enrosca como una pescadilla y nos envuelve en una espiral centrífuga que nos devora sin consuelo.
Sufrir no lleva a ninguna parte. Todo sigue igual sin nuestro sufrimiento porque él no resuelve nada.
Lo que de verdad pone las soluciones en nuestras manos es la serenidad de aquietar el espíritu en la tormenta, la capacidad de relativizar los problemas y la necesaria perspectiva como para poder encontrar hilos de luz del haz que nos llevará directamente a las soluciones.
No es fácil pasar de la lluvia a la sequía, ni poner a remojo el corazón cuando está agrietado. No es fácil cantar sin voz, ni llorar sin lágrimas. No es fácil comprender, ni tener paciencia, ni dulcificar lo poco que queda tras las tragedias. Nada es fácil cuando lo que duele lo hace de verdad, pero después de sufrir mucho, mucho y más, uno se da cuenta de que ha resuelto lo mismo, e incluso menos, que sin ese dolor añadido en el que nos recogemos para sentir que lo que ha pasado tiene valor en nosotros.
La mejor forma de dejar atrás lo que tanto ha dolido es ponernos delante de ello y caminar sin volver la vista atrás.
Añadir dolor a lo que duele solamente nos permitirá resbalar el alma sobre el infortunio y  solazarnos en él creyéndonos más solidarios con la desgracia cuanto más sufrimos con ella.
El error es que poco a poco comenzamos a depender del sufrimiento y cuando llegue la felicidad siempre la disfrazaremos con alguno de los vestidos que usa él, porque gozar, a veces, nos parece indigno y hasta un poco vergonzoso por no creernos dignos de ello.
Lo mejor es que poco a poco aprenderemos que sufrir no sirve, ni resuelve, ni libera. Es un precio demasiado alto para un resultado inexistente.

(Hay un librito de inestimable valor con este mismo título, os recomiendo que lo leáis si aún no lo habéis hecho. Es el de la foto de portada)

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