rla».
Propuso el primero: «Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo». A lo que inmediatamente repuso otro: «No, recuerda que tienen fuerza; alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está».
Luego propuso otro: «Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar». Y otro contestó: «No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará».
Uno más dijo: «Escondámosla en un planeta lejano». Y le dijeron: «No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que puedan viajar a otros planetas, y la van a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad».
El último de ellos era un duende que había permanecido en silencio y escuchando atentamente las propuestas de los demás duendes. Analizó cada una de ellas, y entonces dijo: «Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren». Todos le miraron asombrados y preguntaron al unísono: « ¿Dónde?».
El duende respondió: «La esconderemos dentro de ellos mismos, así estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán».
Todos los duendes estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo.
JORGE BUCAY
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