La ira envenena a
uno mismo. Te obliga a lanzar curare
sobre los demás y anula tu capacidad de razonamiento. Se trata de una emoción tóxica y negativa que en vez de ayudar
a defender tu posición, la invalida.
En ocasiones lo
que esperamos de los demás no es lo mismo que nos llega de ellos o porque no
nos lo pueden ofrecer o porque nuestras expectativas son desmedidas con
respecto a la realidad. Muchas veces hemos aludido a las bondades de no desear
o a la buena práctica de no esperar algo concreto de los demás. Las amistades,
los amores, los familiares, incluso, deben ser siempre un regalo. Y si como
regalo lo estimásemos nada de lo que nos sienta mal sucedería.
Frecuentemente,
sufrimos innecesariamente. Nos juega malas pasadas el denominado “pensamiento
mágico”. Creemos que una persona a la que estimamos debe responder de una forma
particular y cuando apreciamos cómo ha actuado y comprobamos que se desvía de
lo que esperábamos se enciende la ira en mayor o menor medida.
Cuando no
perdonamos, la ira continúa por debajo de las excusas que nos ponemos a
nosotros mismos para justificarnos. No podemos restablecer nuestro equilibrio
cuando nos sigue doliendo que el otro no actúe como esperamos y en realidad, no
tiene por qué hacerlo.
Cada cual debe
comportarse de acuerdo a su forma de ser y estar en el mundo, otra cosa será
nuestra aceptación. Podemos estar de acuerdo o no, podemos incluso opinar sobre
lo que nos agrada o desagrada de ello pero lo que no podemos es doblegarlo a
nuestros intereses o necesidades.
No podemos evitar
sentir lo que sentimos, lo único que podemos hacer es tomar postura ante ello y
actuar en consecuencia. Uno no puede dejar de sentir desprecio o de permanecer
embargado por la envidia, los celos o incluso el rencor, pero lo que si podemos
es salir corriendo de la ira y refugiarnos en nuestra alma dejando que estos
sentimientos reposen y se sequen. Forzándonos a ser selectivos con lo que
permitimos entrar en el corazón y dándonos el tiempo necesario para poder
seguir adelante con las mejores muletas que nos apoyen: la fuerza de la
creencia en nosotros mismos y en lo que está por llegar.
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