Se aprende mucho observando. Estamos en
un mundo en el que todo invita a la acción. En el cual es lo que hagamos, lo
que somos. En dónde quedarse quieto significa perder. Sin embargo, me he dado
cuenta de que hay que observar desde fuera si se quiere ser eficaz desde
dentro.
A veces, uno está tan metido en sus
circunstancias que pasa por ellas con absoluta falta de consciencia. Ni oímos
ni vemos. Actuamos y seguimos, sin pararnos a escuchar lo que decimos y lo que
nos dicen y a ver lo que hacemos y lo que nos hacen.
Muchas veces me sorprendo ahora
repasando lo que me sucede desde afuera. Entonces escucho y veo de nuevo. Se
nos pasan por alto frases, palabras y gestos que tienen mucha importancia.
Maneras y modos que lo dicen todo. Formas que nos dan las claves para
interpretar lo que nos sucede.
Este verano es largo en noches para mí.
Se dilatan, se encogen y retuercen como si quisiera dolerles el alma. Y en
ellas, van pasando lentamente lo que los oídos oyen y la retina ve durante el
día. De esta forma puedo apreciar y apreciarme.
Lo malo de ser espectador es que no te
guste lo que ves porque a veces, uno no puede rectificar lo que ha hecho, ni
cambiar el rumbo de lo que sucede alrededor. Uno se pregunta en qué momento
cambia la vida, qué suceso ha motivado el giro y si en ese cambio podemos
recolocarnos aún.
Soy una persona impulsiva que tiene que
aprender a dominar las sacudidas del corazón, o al menos a dejarlas en reposo
hasta que por sí mismas encuentren el camino correcto.
Deberíamos ralentizar la vida y poder
pasar despacito delante de ella o que ella pasase lentamente delante de
nosotros.
Es importante observar. Muy importante,
porque vivir nunca es fácil, ni siquiera con nosotros mismos. Nadie nos da un
librito de instrucciones cuando nacemos, tampoco las reglas son iguales
para todos, ni los contextos, ni las motivaciones, ni la presencia o la ausencia
del amor que recibimos.
Cada uno necesitamos un manual
distinto. Por eso es necesario actuar con lentitud y dar pasos seguros o al
menos acordes con nuestra propia coherencia.
Es evidente que el librito de la
mecánica del día a día tenemos que elaborarlo nosotros. Nos han dado la primera
y la última hoja, lo del medio es todo nuestro.
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