"Las personas que se comportan como
víctimas habituales adoptan un papel o un rol que parece un montaje de
actuación dirigido a un fin: mostrarse desvalidas, atropelladas por otros,
abandonadas a su cruel destino. A cambio esperan recibir atenciones, compasión
y solidaridad en los juicios que han establecido contra aquellos a quienes
acusan. Ellas deben ganar en este juego y otros deben perder y ser culpados.
"Estas víctimas sicológicas tuercen la realidad
hacia un extremo de la vida donde tienden a apropiarse de las situaciones
experimentadas parcialmente en sus relaciones o adaptadas a su propósito de
indefensión aumentándolas exageradamente o interpretándolas como dirigidas
contra ellas por otros.
"Es fenómeno común en la convivencia humana que
cometamos equivocaciones o que afectemos negativamente a otros en nuestras
interrelaciones –por nuestra ignorancia, nuestras limitaciones y quizá por
nuestro egoísmo inconsciente o nuestra irreflexividad frente a los
requerimientos del momento o a las expectativas de quienes están cerca de
nosotros-. Todos cometemos errores, algunos imperceptibles y otros enormes; a
veces aprendemos las lecciones de inmediato y en otras ocasiones tardíamente,
lo que nos confronta con opciones de cambio y nos permite enriquecer las
existencias de otros una vez los trascendemos.
"He descubierto como una constante en mi trabajo
con mis pacientes en su entorno, que la mayoría de los comportamientos o
acciones que ellos perciben como dirigidos a causarles daño no tenían ese
propósito de parte de quien acusan como victimario o como culpable.
"He logrado dialogar con las dos partes
involucradas y he encontrado que sus actos correspondieron a manifestaciones
inevitables establecidas por las condiciones de sus personalidades y por las
condiciones del momento –el ser humano y sus circunstancias temporales.
"Llueve y escampa en el tiempo propicio. La vida
pocas veces se acomoda estrictamente a nuestros ideales, esperanzas o
exigencias respecto las acciones y comportamientos de otros -si acaso, solo nos
aproximamos a las expectativas imaginadas.
"Atribuir a otros culpas por lo que nos pasa en
nuestras relaciones afectivas o repetir que somos víctimas de un azar
desventurado parece un poco arbitrario y selectivo.
Somos parte de esa interacción que posibilita la
asignación de roles distintos –víctima y victimario-, según las
interpretaciones eventuales: quien afecta y quien es afectado, quien es el
sujeto activo y quien el sujeto pasivo.
"Probablemente las personas que las víctimas
identifican y rotulan como victimarios tienen también extraordinarias
cualidades y logros positivos, no solo respecto a ellas sino también como
atributos consistentes en su historia; quizá esos seres humanos estigmatizados
como victimarios se hayan sentido también víctimas de otros en sus vidas.
"Las víctimas prefieren enfocarse en los rasgos
negativos o en los defectos de sus relacionados, o destacan cómo fueron
lastimadas y heridas para conformar ante sus allegados un imagen propia de
martirizadas y ultrajadas mientras cargan a los inculpados la imagen de
insensibles e injustos.
"Lo incómodo de este drama es que va adquiriendo
dimensiones desproporcionadas. Las personas que lo ejecutan escogen el
lado oscuro de su emotividad y de su personalidad –y también de la de otros-, y
se refugian en un sentimentalismo tendencioso y exagerado. Parecen decir a
quienes las desaíran "ya que no
haces lo que exijo de ti, me vengaré haciéndote quedar mal con todo el que
quiera oírme". Ese supuesto sentimentalismo que expresan no es más
que sensibilería o sentimentalismo retorcido, una distorsión de los eventos
atravesados para utilizarlos a su amaño y sin contemplar los perjuicios que
causan, algo tan desatinado como que alguien tire una colilla de cigarrillo
prendida en un depósito de algodón, y que para colmo se quede allí esperando a
ver que pasará.
"Todos podemos ocasionalmente sentirnos víctimas
de algo o de alguien, como un hecho aislado, no acumulativo, lo que siempre es
una reacción normal en que nos desbordamos emocionalmente. Todos lo hemos
experimentado en nuestras relaciones afectivas interrumpidas Lo normal es que
superemos esa dolorosa percepción y que sigamos viendo la bondad de la
existencia.
"Las personas que se enrolan como víctimas suelen
ser rápidas y poco prudentes en sus juicios contra otros a quienes rechazan.
Por lo común, no corrigen sus desaciertos ni reparan las injusticias que
cometen con sus comentarios desmedidos; no parecen conscientes del poder
esclavizante de sus palabras –ninguna expresión verbal deja de tener
consecuencias-, por lo que no fluyen con el movimiento dinámico, creativo y
acogedor de sus sentimientos y quedan en deuda.
"Algunas personas pueden representar un
"montón de imperfecciones y fallas" –así suelen describirlas quienes
se proclaman como sus víctimas-, y la relación con ellas puede ser altamente
caótica y violenta para quienes las estigmatizan o definen con esos adjetivos,
lo que hace imposible que las partes involucradas interactúen en armonía.
Si efectivamente predomina la expresión negativa,
destructiva, opresora, ejercida por uno de los implicados y no por el otro –lo
que nos lleva a considerarlo como antisocial-, las relaciones deben ser
modificadas y las personas atropelladas pueden pedir intervención legal para
resolver las situaciones con cambios, no evadiéndolas al refugiarse en sus
lamentos y en las intrigas que buscan la compasión y la complicidad encubridora
de quienes les rodean.
"Si no logran estos cambios, la relación se
tornará cada vez más tormentosa y deberá ser disuelta.
"Las víctimas habitualmente rompen sus relaciones
afectivas sin establecer las modificaciones necesarias y sin comprender que sus
propias acciones fueron también conformadoras del conflicto y de la crisis:
ellas hacen un juicio oportunista que las exime de responsabilidad y las
hace aparecer como inocentes a los ojos de quienes han atendido ingenuamente
sus relatos y sus quejas.
"Si inician nuevas relaciones, sus rasgos
seguirán presentes y volverán a armar la misma trama; se involucrarán en un
drama igualmente desolador, y muy fructífero para producir confusión –es algo
así como que se convierten en un imán que atrae tanto dificultades como
personalidades inmaduras con las que fácilmente recrean sus tragedias.
"Cómo identificar
a las víctimas:
"De una manera constante, no son felices. Algo
delata la acongojada posición que han elegido.
"Son adictas a las quejas. Son disociadoras y
llevan su malestar a los ambientes en que se desenvuelven. Algunas personas se
refieren a ellas como "chismosos o chismosas" o "mártires"
una vez que identifican sus modelos de manipulación y evasión.
"Han escogido algunos personajes allegados como
representativos y se ensañan contra ellos. Les achacan fracasos de sus
historias, y a veces las más destacadas o absurdas contrariedades para encubrir
el contenido real de sus frustraciones. Una de mis pacientes le atribuía su
pre-eclampsia y su cesárea muy temprana a la forma de ser de su marido
–como médico he dialogado con mujeres con el mismo diagnóstico clínico que recibían
de sus cónyuges un trato excelente y demostraciones amorosas privilegiadas, lo
que no impidió una evolución clínica bastante agobiante de su embarazo-; otra
paciente aseguraba que gracias a su esposo desconocía lo que era un orgasmo en
sus casi veinte años de matrimonio; un hombre de la tercera edad se lamentaba
de que por haberse casado con su monótona esposa actual había perdido el rastro
de la mujer de sus sueños. Otros seres humanos, hombres o mujeres, acusan
o culpan a sus cónyuges de haberlos obligado -por abandono o insatisfacción- a
programar astuta y ocultamente encuentros "románticos" que culminaron
en actos de sexo consentidos y decepcionantes, y aseguran que con estos
buscaban "definirse a sí mismos /o a sí mismas", con la evasión
complaciente a través de la infidelidad o el adulterio (la mayoría sólo se
echaron encima una carga más al no lograr, en los espejismos de la pasión, que
su confidente del momento les correspondiera o les ofreciera un
compromiso de relación especial -los amantes o las amante que escogieron solo
buscaban aventuras y placer, pues no querían relaciones duraderas y
sólidas con personas casadas -habitualmente son temidas por el riesgo de las
reacciones violentas de sus consortes-). Cuando las parejas envejecen, acusan a
sus cónyuges por la extinción de su virilidad, o de su feminidad, o por su
desinterés sexual (para defender su retiro forzado, el acusado o la acusada
argumentan que la contraparte "seca un papayo a cantaleta" y
que eso ha apagado su sensualidad)…
"Las víctimas agregan todos los días nuevos
aportes a su retrato de una vida llena de pesares y amarguras, que parecen
exhibir como su más preciado trofeo. Por contraste, pueden tener actividades
que les permiten revestirse de algún aliciente o motivación compensadora, pero
tan extremado en notoriedad positiva como el sacrificio amargo que ellas
protagonizan ante el mundo: alcanzan éxito en sus profesiones y actividades
mientras fingen una derrota tortuosa en sus nexos particulares.
"También el
lenguaje las delata
"Las victimas utilizan un lenguaje demoledor
contra sus imaginarios o probados torturadores: él/ella siempre…; él/ella nunca; se lo he reclamado cincuenta
mil veces (y fue solo una decena); hace años que le vengo diciendo lo mismo ( y lo que aluden es reciente); yo
contigo/con él/con ella no cuento para
nada (y le han ocupado una buena parte de su vida); yo para ti soy un cero a la izquierda; en mi casa
nadie me tiene en cuenta; esta casa se está cayendo del desorden ( o de la suciedad, o del mal
olor, o de…); tú nunca me
has querido (y los álbumes familiares muestran con abundancia de detalles los
momentos compartidos con sincera satisfacción –al menos sus rostros lo
recuerdan en las fotografías-); sólo
me buscas el lado cuando quieres… (sexo, o comida, o dinero, o…); te
he soportado toda la vida…
(posiblemente quieren decir desde que se encontraron por primera vez, ¡qué
sufrimiento!); a ti sólo te interesa…
(cualquier cosa en particular y no todo lo que la otra persona realiza);
el/ella no hace nada o no sirve para nada (comentarios
fatales que retratan muy pobremente a quienes los lanzan)…
"Y necesariamente las víctimas deben recurrir a
médicos o a diversos terapeutas para pedir asistencia. Sus consultores
preferidos son aquellos que les refuerzan sus condiciones de maltratadas, les
advierten que están bajo un gran estrés, les diagnostican trastornos
depresivos (mayores, o menores, o no especificados) y les prescriben
tratamientos o píldoras "mágicas" para mantenerlas en actividad,
todas dirigidas al cuerpo que presumen que se enfermó solo, sin exigirles
cambios en sus conductas y comportamientos –muchas veces estos profesionales
ignoran sistemáticamente el modo de vida de sus pacientes y los rasgos de
sus personalidades (en ocasiones parecen no creer que las relaciones
hayan llegado a un grado de deterioro enfermizo que el paciente no logra
superar debido a sus propias rutinas devastadoras y a su insistencia en
sentirse infeliz).
"Los cambios son necesarios cuando la depresión
nos acosa, lo que vemos en nuestros trastornos de apetito y de sueño, en la
fatiga reiterada, en los altibajos de nuestro ánimo, en lo cargados que nos
sentimos. A veces asoman la tristeza, el temor y la incertidumbre a nuestros
rostros y decimos que no sabemos porque estamos decaídos. Observando nuestras
relaciones y comportamientos podemos descubrir las causas. Provienen de
nosotros mismos, de cómo asimilamos la interacción con los demás, y también de
los patrones familiares recreadores de infelicidad que no hemos superado.
Como víctimas, agotamos la energía de la vida en los
conflictos, en la distorsión de nuestras relaciones, en la evasión. Y esa
energía desperdiciada nos hace falta para afirmar nuestro equilibrio, nuestra
satisfacción, nuestro bienestar.
"Algo que persiste debe ser removido para que
decidamos perdonar las culpas que impusimos contra otros porque no pudieron
actuar con sabiduría y generosidad en algunos momentos infortunados de su
pasado. Libres de todas esas cadenas por voluntad propia, la naturaleza y los
seres vivos nos recompensan una vez más con su exuberancia, su espontánea
sensualidad y la alegría de su prodigioso, incontenible y sabio
movimiento."
Hugo Betancur, médico y psicoterapeuta
Este 2013, está siendo para mí un año de descubrimientos importantes entorno a la conducta occidental.
ResponderEliminarEn el libro de "las nueve revelaciones" hay un punto, la sexta revelación que habla precisamente de ésto a lo que aludes. La víctima, el "pobre de mí" no es un caracter que defina a nadie, sino un patrón, un drama de control que hemos creado desde niños y que consiste en extraer la energía de los demás por falta de conexión con la propia energía incluso por la inconsciencia de ella. Nos ignoramos tanto que somos una bomba de relojería para nosotros mismos y los demás.
Pero no solo el "pobre de mí" juega a la víctima. Necesita a su lado un intimidador o un interrogador que le acose, también estos últimos roban energía para sentirse plenos. Es todo un juego de máscaras que nos aleja y separa de nuestro centro.
Bueno, daría mucho que hablar, pero lo interesante no es verlo en los demás, sino sentir como actuamos esos dramas de control, de un modo automático. Es lo que hace que el sistema de "locura" en que vivimos, se mantenga.
Un besito
Xara excelente comentario y muy ilustrativo. Leeré el libro que nombras.
ResponderEliminarEl victimismo es practicado por mucha gente que busca en los demás la compasiòn que no puede darse a sí mismos.
Un beso lleno de alas para que seguro llegue a ti!