Muchas
veces estamos dormidos y por tanto, no sabemos ni que estamos ahí con nosotros.
Recurrimos a mil y una estrategias para resolver nuestros problemas, vamos al
exterior. Buscamos soluciones que ya están dentro.
Solo
hace falta detenernos. Y si no lo hacemos voluntariamente, la vida lo hará por nosotros.
Algo llegará que nos diga; ¡alto! y comenzará a pedirnos explicaciones y hasta
nos requerirá la decisión de comprometernos en el proyecto más importante de
nuestra vida; uno mismo.
¡Qué
pocas veces nos paramos a pensarlo! y menos a llevarlo a cabo.
Nos
congelamos cerca del dolor, nos derretimos ante la pasión. Nos enquistamos en
los recuerdos. Nos olvidamos a favor de otros. Nos expulsamos de nuestro
corazón para regalarlo, cederlo, venderlo o hipotecarlo. Todo menos saber que
nos acompañamos hasta el final de la vida, que debemos tenernos más en cuenta
que a nadie, que nos debemos fidelidad, lealtad y sobre todo amor, mucho amor
incondicional que solemos no encontrar si se trata de hacernos con él un regalo
personal.
Al
final de todo, al principio de todo hay solamente una biografía que nace y
muere.
Entre los dos momentos, entre ambos instantes
mágicos, una chispa de vida perdida en la inmensidad del eterno universo
brillando, como un espejo, la luz de otros.
Tenemos
luz propia. Somos el universo en pleno. Estamos para siempre. Ya es hora de que
nos hagamos cargo de lo maravilloso de ser nosotros mismos.
¡Comencemos!.
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