Puede
ser que duermas acompañado/a y sientas la confianza de estar cerca de alguien
que está junto a ti; puede que esa compañía no signifique protección pero sí
cercanía o puede que sea verdadera pasión y ternura, lo que convierte a tener “otro/a”
al lado, en algo maravilloso.
Puede que duermas solo/a y que te
sobre cama. Puede también que estés bien así. Que puedas darte vueltas
libremente, que te acomodes en el rincón favorito, que cambies de espacio y que
el momento de ir a dormir sea el más libre de todo el día.
Puede también, que duermas sin
compañía y te sientas incómodo/a o de alguna forma sólo/a. Entonces, nada mejor
que tener el modelo de los niños en nuestra cama. Ellos nunca están solos
porque encuentran “ amigos” en cualquiera de sus muñecos, peluches o cojines.
Porque son verdaderos magos de la realidad y con sólo quererlo, transforman
cualquier cosa en otra que les sirva de ayuda.
Sin duda, dentro de nosotros hay un
niño escondido, a veces, manifiesto otras, desvalido la mayoría o con deseos de
aflorar, en muchos casos.
La infancia es un periodo de la vida
ejemplarizante. Nos puede servir mucho después, porque sea como haya sido ésta,
siempre guarda algo magnífico y es la capacidad de reponerse ante las caídas,
la inmensa facilidad para cambiar lo malo por algo mejor y la absoluta
abstracción que los niños tienen cuando se trata de las consecuencias del
sufrimiento, al menos en ese período concreto en el que les sucede.
Si duermes solo/a y te cuesta trabajo
conciliar el sueño puedes probar a ser niño/a otra vez.
Abrazar
algo, si no puede ser a alguien, también da resultado.
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