Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 21 de diciembre de 2014

ATRAPAR EL TIEMPO



Si hay algo que me queda claro, en este discurrir de la existencia, es que todo cambia y  que es imposible tratar de rescatar lo que hubo, lo que fue y lo que sucedió en otros momentos porque eso pasó y nunca será igual.

         El otro día entré a comprar en una perfumería y sorprendentemente tenían una colonia que había desaparecido del mercado. El aroma en cuestión me trasladaba a mi adolescencia. Era el perfume más preciado entonces. Recuerdo las sensaciones vividas bajo aquel efluvio y lo enorme y grandiosa que me sentía cuando podía tenerlo.

         Me acerqué hasta el estuche y comprobé que había variado la cajita del envoltorio e incluso el frasco de cristal, pero tenía la esperanza de que al olerlo llegase a mi aquellos años que siempre parecen felices mirándolos desde lejos.

         Llegué a casa sorprendida de que hubiesen vuelto a ponerla en circulación y deseosa de comprobar si aún seguía oliendo igual. No fue así. Me quedé pensativa y decepcionada.
No se puede volver al pasado y sin embargo, ignorantes de este hecho, lo revivimos continuamente.

         Todo cambia. Nada permanece en el estado que estuvo. Vive en nuestra mente el recuerdo de lo que fue y le damos consistencia real para que el dolor o la felicidad perdure, pero es absolutamente una falacia. Un espejismo que hace estragos, en muchas ocasiones, sin advertir que simplemente es el reflejo de lo que pasó sobre un espejo en el que nosotros mismos nos reflejamos.

         La tengo aquí  y me siento extraña cuando me la pongo. No es lo que esperaba. No es lo que quiero. Tal vez decida usarla cuando tenga la sensación de que necesito admitir el cambio y descubrir con ello que no se puede atrapar el tiempo, ni las emociones, ni las sensaciones vividas como si estuviesen en un taper y pudiésemos descongelarlas a capricho.

         También he entendido que uno se crea su propia imagen y su quimera y la alimenta; incluso se resiste a perderla. Nos creemos lo que pensamos y obedecemos a las órdenes que nos damos. 

Ese es el tiempo presente. Un espacio para la acción y no solamente para la reacción. No podemos pensar en lo que fue porque eso ya no está.

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