Dijo el joven al
sacerdote:
“Me gustaría entrar en el monasterio, pero nada de lo que he
aprendido es importante. Todo lo que mi padre me enseñó es a jugar al ajedrez,
algo que no sirve para alcanzar la iluminación.”
El joven se dio cuenta de que estaba luchando por su vida, y el tablero se convirtió en el centro del mundo.
Sin embargo, como conocía todas las estrategias, enseguida vio que el monje iba a perder. Se preparaba para el golpe final, cuando observó la miraba de santidad de su adversario.
Comenzó a cometer errores a propósito; prefería morir, pues el monje podría ser más útil a la humanidad.
De repente, el sacerdote tiró el tablero al suelo.
“Has aprendido más de lo que te enseñaron,” dijo. “Sabes que el camino de la luz no está hecho sólo de concentración, sino también de compasión. Te acepto como mi discípulo.”
PAULO COELHO
Este curso he decidido que en algún momento de mis clases, vamos a jugar al ajedrez.
Estamos conociendo
las piezas, sus movimientos, la estrategia de cada una y la composición y lugar
que ocupan en el tablero. Eso ya por sí mismo nos da idea de que en la vida es
muy importante saber qué lugar se ocupa, tanto como saber lo que se quiere y lo
que no se quiere.
Matar o morir. A veces, ese es el dilema. Muchas veces no hay escapatoria y la decisión final se lleva a alguien por delante.
¿Habremos aprendido lo suficiente como para evitar que seamos nosotros los que sucumbamos?
Cuando la decisión llena el alma de satisfacción y plenitud es cuando hemos acertado.
ResponderEliminarCuando el vacío invade y la tristeza nos acongoja, ese dolor es el infierno del desacierto.
Ser o no ser ?...la decisión es mia.
Sí es cierto. Se sabe bien cuando el corazón está pleno de satisfacción o cuando rezuma vacío y nostalgia por todos los lados. Ese es el indicador fiable, estoy segura.*
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