Esta
entrada de hoy no es mía, pero podría serlo. Mía y de muchos. Porque cuando he
ido leyendo el fondo de su contenido he reconocido cómo
soltamos los hilos de la cometa, poco a poco… y cómo nos relajamos cuando
creemos conquistada la plaza.
Empezamos con la humildad del aspirante
y terminamos con la chulería del conquistador. Entonces, ya no importa la
cercanía, el buen olor, la ropa que nos hace más bonitas, la mano sobre el hombro,
la caricia leve en la cara, el guiño cómplice o las miradas furtivas. Entonces
es cuando empieza a sobrar todo y a no querer nada. Entonces es cuando un día
te das cuenta que estás sola/o con compañía y que lo has perdido por creerlo
ganado demasiado pronto. Porque en realidad, en el amor, nunca nada está
conseguido definitivamente y quien piense lo contario ya puede ir pidiendo un
solo billete de vuelta.
Os
dejo la reflexión:
1. NO DEJES DE DARLE LA MANO
Cuando empecé a salir con la mujer con la que acabé
casándome, siempre la tomaba de la mano. En el coche. Cuando caminábamos.
Durante la comida. En el cine. Donde fuera. Con el tiempo, dejé de hacerlo. Me
inventaba excusas como que tenía la mano muy caliente o que me hacía sudar, o
que me incomodaba ir de la mano en público. Lo cierto es que dejé de darle la
mano porque dejé de querer esforzarme para estar cerca de mi esposa. Esa fue la
única razón.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le
daría la mano dentro del auto. Le daría la mano encima de un astro. Le daría la
mano en una mazmorra. Le daría la mano con una zorra. Y le daría la mano en
cualquier otro sitio, también, aun cuando en ese preciso instante no nos
gustásemos mucho.
¡EXTRA! Si
se dan la mano en invierno, no se les queda fría. Verdad verdadera.
2. NO DEJES DE INTENTAR SER ATRACTIVO.
Obviamente cuando estaba intentando impresionarla me
ponía lo más guapo posible cada vez que la iba a ver. Siempre tenía la barba arreglada.
Siempre olía bien. Me aguantaba los pedos hasta que ella no estuviera. Por
algún motivo, estar casado me hizo sentir que podía dejar de hacer todo eso. Me
acicalaba bien, olía bien, y me ponía ropa bonita siempre íbamos a algún lado o
salía yo solo, pero pocas veces o nunca me preocupaba de estar atractivo solo
para ella.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ:
intentaría esforzarme al máximo para causar buena impresión durante todo
nuestro matrimonio. Esperaría a estar en el baño para soltar los pedos, siempre
que fuera posible. Intentaría estar deseable para que ella me desease.
¡EXTRA! Adivina
lo que pasa cuando te recortas el vello masculino. Te devuelve el favor.
3. NO SEÑALES SUS DEFECTOS SIEMPRE.
Por algún motivo, siempre llegaba un punto en el que
acababa creyendo que tenía que decirle en qué fallaba y en qué podía mejorar.
De seguro que eso no lo hacía cuando estábamos saliendo. No, cuando salíamos
solo le daba confianza en sí misma, le decía lo fantástica que era, y me
resultaba fácil ver más allá de sus defectos. Pero después de casados, a veces
ella no podía ni hacer unos huevos sin que yo le dijera cómo podía mejorar.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: no
diría una mierda sobre nada que en mi opinión pudiera mejorarse. He aprendido
desde que mi matrimonio acabó que hay más de una forma correcta de hacer casi
todo, y que las imperfecciones de los demás son demasiado bonitas como para
intentar cambiarlas.
¡EXTRA! Si
le dices lo que hace bien, ella te dirá a ti lo que tú haces bien. Y se lo dirá
a sus amigos. Y a su familia. Y al dentista. Y hasta a gente desconocida por la
calle.
4. NO DEJES DE COCINAR PARA ELLA.
Yo sabía cómo impresionar a una chica, claro. El
broche de oro era una noche en casa, cocinarle un buen menú y pasar una velada
romántica. ¿Por qué, entonces, deje de hacer eso por ella después de casados?
Sí, claro, metía una sopa de lata en el microondas, o freía unas chimichangas
de vez en cuando, pero casi nunca o nunca me esforzaba por hacerla caer en mis
brazos cuando ya estábamos casados, con unas patas de cangrejo al vapor, o un
plato de pasta sofisticado, o una mesa iluminada por velas.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: me
pondría como prioridad cocinar para ella, y solo para ella, algo estupendo al
menos una vez al mes. Y recordaría que la carne de lata nunca es estupenda.
¡EXTRA! Una
cena a la luz de las velas suele derivar en bow chica bow-bow a la luz de las
velas.
5. NO GRITES A TU CÓNYUGE.
No me refiero a los gritos de enfado. Me refiero a los
gritos de pereza. Los gritos de cuando no quieres separarte del programa de
televisión que estás viendo o no quieres subir TODA LA ESCALERA hasta el piso
de arriba para preguntarle si ha visto tus llaves. No cuesta tanto esfuerzo ir
a buscarla, y gritar (por naturaleza) suena exigente y autoritario.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: iría
a buscarla siempre que necesitase algo o quisiera saber algo, y lo haría con
educación y agradecimiento. Yo siempre odiaba que ella me gritara a mí, así
que, ¿por qué me parecía correcto gritarle a ella?
¡EXTRA! A
veces la encuentras haciendo algo adorable que de otra forma te habrías
perdido.
6. NO INSULTES.
Siempre me creí el rey de no insultar,
pero no lo era. Puede que no la llamara estúpida, o idiota, o algunos de los
insultos que ella me dedicaba a veces, pero sí le decía que era una cabezota, o
imposible, o que era de trato demasiado difícil. Los insultos son insultos, y
usarlos solo creará más diferencias comunicativas que casi cualquier otra cosa.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ:
cuando llegase al punto de querer insultarla, me tomaría un tiempo para retomar
la conversación después. O mejor aún, utilizaría insultos, pero solo del tipo
de «super sexi» o «sensualidad». Aunque estuviera alterado en ese
momento.
¡EXTRA! Te
llamará cosas en sitios mejores. Como en la cama.
7. NO SEAS TACAÑO CON EL DINERO.
Como principal sustentador del hogar, siempre era muy
tacaño con el dinero. Me quejaba de lo que costaba su champú o de que no
pidiera agua en los restaurantes, o de que gastara tanto dinero en
cosas como pedicuras o teñirse el pelo. En serio. Yo siempre tenía tantas cosas
como ella o más en las que gastar dinero, y al final el dinero se gastaba,
estábamos perfectamente, y lo único que conseguía con mis gimoteos y mis
críticas era generar una tensión innecesaria en la relación.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: le
diría que confío en ella para comprar lo que quiera cuando piense que lo
necesita. Y, a continuación, confiaría realmente en ella.
¡EXTRA! A
veces tomará malas decisiones como consumidora, lo cual lleva a decisiones de
comprar maquillaje. Como ese nuevo gadget al que tú le
has echado el ojo.
8. NO DISCUTÁIS DELANTE DE LOS NIÑOS
Nunca hubo una discusión que fuese tan importante o
urgente que no pudiera esperar a que los niños no estuvieran delante. Creo que
no hay que ser un premio Nobel o un psicólogo brillante para saber por qué
¡discutir delante de los niños es una solución peligrosa y egoísta.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: nunca,
jamás, ni por una vez discutiría delante de los niños, da igual lo importante o
trivial que fuera el problema. A lo mejor inventaría una contraseña que
significase «con los niños aquí, no».
¡EXTRA! Cuando
esperan para discutir, suelen darse cuenta los dos de lo estúpido o poco
importante que era la pelea, y al final no hay discusión.
9. NO SE ANIMEN MUTUAMENTE A DEJAR DE HACER
EJERCICIO.
Siempre creí que era amor decirle a mi esposa: «No me
importa si no te cuidas. No me importa si no haces ejercicio. No me importa si
descuidas tu figura.» Pero era mentira, y era mentira cuando ella me lo decía a
mí, porque lo cierto es que sí nos importaba, y ojalá nos hubiéramos dicho
siempre lo atractivos y buenos que estábamos siempre que íbamos a hacer
ejercicio o algo para estar más sanos.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le
pediría que me dijese que le importa. Le pediría que me animase a ir al
gimnasio. Le pediría que me recordase mis objetivos y me dijese que tengo la
fuerza suficiente para perseguirlos.
¡EXTRA! El
ejercicio aporta endorfinas. Las endorfinas te hacen feliz. Y la
gente feliz no mata a otras personas. (¡Adivinen la película!)
10. NO HAGAS CACA CON LA PUERTA DEL BAÑO
ABIERTA.
No sé por qué, pero en algún momento empecé a pensar
que estaba bien hacer caca con la puerta del baño abierta, y ella también. Para
empezar, es asqueroso. Y además hace que todo apeste. En tercer lugar, no hay
ningún caso en el que hacer caca sea atractivo, así que cuando me veía hacerlo,
aunque fuera de una forma casi imperceptible, debía verme un poco menos atractivo.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: cerraría
la maldita puerta para hacer caca en privado.
¡EXTRA! Cuando piense en
tu cuerpo desnudo, no se lo imaginará sentado y haciendo esfuerzos.
11. NO DEJES DE BESARLA.
Siempre llegábamos a un punto en el que más o menos
dejaba de besarla. Normalmente era por el estrés y porque había tensión
en la relación, pero yo lo empeoraba al no querer besarla. Claro, eso
solo llevaba a que ella se sintiera rechazada. Y eso, por supuesto, llevaba a
discusiones sobre el tema. Otras veces tenía mis propios problemas con gérmenes
y cosas así.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: la
besaría por la mañana, cuando tuviera la cara que tiene la gente por la mañana.
La besaría por la noche cuando hubiera tenido un día largo. La besaría en
cualquier momento en que pensara que en secreto necesitaba un beso. Y la
besaría siempre que aparecieran mis problemas con los gérmenes.
¡EXTRA! Cuando
la besas se siente querida. Es suficiente extra.
12. NO DEJEN DE PASARLO BIEN JUNTOS.
La edad no debería importar. La capacidad física no
debería importar. Las parejas nunca deben dejar de pasarlo bien juntos, y de
verdad desearía que no nos hubiéramos estancado tantas veces en la rutina sin
apenas salir a hacer nada. Y tengo la experiencia para saber que cuando falta
la diversión, y falta la parte social de la vida, también falta la habilidad
para estar realmente satisfechos el uno con el otro.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: me
inventaría una norma por la cual nunca nos quedaríamos en casa dos fines de
semana seguidos.
¡EXTRA! Las
historias y los recuerdos geniales se crean haciendo cosas geniales. Y también
los buenos recuerdos de momentos embarazosos.
13. NO SE PRESIONEN
Presionarse el uno al otro por casi cualquier cosa es
una receta para el resentimiento. Siempre sentía que ella me presionaba mucho
para que ganara más dinero. Siempre sentía que me presionaba mucho para que no
cometiera deslices en mi religión. Siempre sentía que me presionaba mucho para
que sintiera las cosas de una manera determinada cuando realmente sentía lo
contrario. Y generalmente acumulaba un gran resentimiento. En retrospectiva,
recuerdo haberla presionado al menos las mismas veces que ella a mí, así que
tengo claro que era un problema bidireccional.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: me
aseguraría de celebrar las diferencias de opinión, puntos de vista, y su forma
de hacer las cosas. Vería en la diferencia algo bello, no una amenaza.
¡EXTRA! Así
sí es posible alcanzar la verdadera felicidad. Y también verdaderos masajes de
pies.
14. NO LE PONGAN AL OTRO ETIQUETAS NEGATIVAS.
A veces las frases más fáciles de decir en mi
matrimonio empezaban con una de estas tres cosas: «Tendrías que haber», «No
eres» o «No has». Detrás de cada una de ellas siempre parecía venir algo
negativo. Y, ¡desde cuándo ayudan a alguien las etiquetas negativas? A ella
desde luego no la ayudaron nunca. Ni a mí. No, lo que hacían más bien era
empeorar todavía más el hecho que hubiera dado lugar a la etiqueta.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ:
aprendería a evitar decir cualquier de esas frases, y las cambiaría por
etiquetas positivas. En lugar de «Tenderías que haber», diría «Se te da
genial». En lugar de «No eres», diría «Eres». En lugar de «No has» diría «Has».
Y después continuaría con una idea positiva.
¡EXTRA! Las
conquistas más nobles se vuelven mucho más alcanzables. Y dejas de pensar o
creer que eres un patán; eso está bien.
15. NO TE SALTES LAS COSAS QUE SON IMPORTANTES
PARA ELLA.
En mi matrimonio era muy fácil vetar muchas de las
cosas que a ella le gustaba hacer. Mi argumento era que «podemos buscar cosas
que nos gusten a los dos». Es patético. Siempre habrá cosas que le gusten a
ella y que a mí no me van a gustar nunca, pero ese no es motivo para no darle
apoyo. A veces solo necesita saber que estoy ahí.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: iría
a muchos más de los eventos a los que me invitaba. Participaría de forma activa
en vez explicarle por qué yo haría las cosas de otra forma o que ese tiempo
podría emplearse mejor o en algo más divertido.
¡EXTRA! Si vas
a algo que ella sepa que no te gusta, la gratitud se amontona después por la
noche, como la nata en una tarta de queso.
16. NO TE DISTANCIES EMOCIONALMENTE DESPUÉS DE
DISCUTIR.
Nunca llegué a experimentar el poder del sexo de
reconciliación porque, cada vez que mi esposa era cruel conmigo o discutíamos,
me distanciaba completamente de ella, generalmente durante varios días. Cortaba
toda comunicación y evitaba a toda costa el contacto. Esto nunca permitía
solucionar lo ocurrido, y al final bastantes veces acabé explotando de forma
innecesaria.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: me
permitiría comunicar mis emociones y sentimientos más a menudo, y me aseguraría
de que ella supiese que la seguía queriendo después de cualquier pelea fuerte.
Por supuesto, nos dejaríamos un poco de espacio. Pero no días de espacio.
¡EXTRA! Un
maravilloso sexo de reconciliación. Al menos, en teoría.
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