Las células son parte integrante e integrada de nuestro
cuerpo, son la materia prima de la vida y por tanto estados de materia
energética cargados de todo lo que afecta a la existencia.
Sin haber leído nada al respecto, sin conocer el proceso de
restablecimiento y sanación del Hòpponopono, algo me dijo que había que
dialogar con aquello que en nuestro cuerpo haya perdido el equilibrio. Porque
en realidad, de eso se trata, de equilibrar fuerzas, de reponer la proporción,
de encontrar la simetría de nuevo.
Nuestras células sienten las emociones y sus consecuencias.
Se ven afectadas por ellas, sufren y se retuercen cuando el alma se encoge; se
dilatan, expanden y esponjan cuando nos invade la felicidad.
Deberíamos mantener una conversación con nuestros males, con
el órgano que se queja, con el sistema que se resiente. En principio para dar
gracias por su función continuada y sistemática durante tanto tiempo, para
seguir con un absoluto acto de comprensión en el que el perdón sea la base de
la sanación.
Todos nos
equivocamos, ellas también. Y de su equivocación nace nuestra enfermedad pero a
su vez, ellas no enferman si antes no hemos llamado a su puerta e invadido su
paz. Timbramos con la desesperanza, la
tristeza, el agobio o la impotencia. Con las emociones enquistadas, con la
rabia contenida y con esa especie de venganza sin resolver con la que miramos
muchos de nuestros problemas en el victimismo absurdo de no hacernos cargo de
nuestra parte en ellos.
Parece un juego ridículo “dialogar con
la parte enferma”, pero no lo es. Sana y restablece porque las propias células
son agradecidas, saben responder de la misma forma que lo hacen cuando se
quejan y se dejan arrastrar por la corriente del malestar.
Comparto un
video para ampliar este comentario.
Gracias a ti por estar aqui!
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