Nasrudín, el monje Sufí, había decidido
plantar flores en su jardín. Para eso preparó el suelo, sembró semillas de las
flores que le parecían más bellas. Cuando las flores comenzaron a nacer, observó
con enfado que su jardín se iba llenando de flores que él no había elegido,
especialmente de margaritas.
Nasrudín fue en busca de consejo
especializado. Habló con todos los jardineros que conocía y leyó las
instrucciones para librarse de las margaritas. Todo fue en vano.
Las margaritas crecían cada vez más
fuertes, se mezclaban con los claveles, con las dalias y con otras flores.
Por fin, decidió ir a la capital y
entrevistarse con el jardinero real, jefe del jardín del palacio del Rey. El
sabio jardinero ya había aconsejado a muchos otros de cómo librarse de flores y
plantas indeseables.
Nasrudín contó su esfuerzo por librarse de
las margaritas que crecían en su jardín. El viejo jardinero lo escuchó
atentamente y después de un largo silencio dijo:
- Por lo visto, tienes que cambiar tu
decisión y aprender a amar a las margaritas.
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Me ha gustado mucho porque la margarita, junto con la rosa blanca son mis
flores preferidas; aún la margarita se presenta con una sencillez mucho más
cándida.
Nada mejor que aprender a amar lo que nos disgusta porque entonces nunca más lo rechazaremos, ni supondrá una carga, ni logrará molestarnos.
!Feliz día!
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