La palabra egoísmo tiene una negra
historia detrás. Siempre que la pronunciamos nos da la impresión de que en
realidad todo lo que se relaciona con ella es, cuando menos, un tanto
vergonzoso e ingrato. Sin embrago, el
ego es una realidad de la que no podemos prescindir y a la que estamos haciendo
siempre referencia.
Esta frase resume lo que sucede cuando
en el amor no se aplica el ego para comenzar dirigiéndolo a uno mismo y poder
regalarnos a los demás con altruismo después.
…”
No hay amor suficiente capaz de llenar el vacío de una persona que no se ama a
sí misma.” (Irene Orce)
Durante
mucho tiempo, socialmente se ha promovido la creencia de que amarse a uno mismo
era un acto vanidoso y narcisista por lo cual hemos esperado, durante mucho
tiempo, que el amor venga de fuera y que otros nos amen para dejar de sentirnos
vacíos e incompletos.
No se puede dar lo que no se tiene; si
no empezamos por amarnos difícilmente amaremos a los demás en un sentido
amplio.
El
primer paso para amarnos es aprender a conocernos. Si somos capaces de
diferenciar lo que deseamos de lo que realmente necesitamos, conseguiremos
combatir los miedos y frustraciones que nos limitan.
La ausencia total de egoísmo es
imposible además de no ser ni deseable porque amarse a uno mismo tiene que ver
con la capacidad de sanar nuestras heridas emocionales: fracaso sentimental, decepciones, pérdidas…etc.
Para ello nos ayudaremos con la
aceptación y el perdón.
El olvido no existe. Todo lo que hemos
vivido forma parte de nosotros, de nuestra historia y nuestra biografía. Abatidos ante el dolor queremos olvidar. No
es este el camino. La clave está en la aceptación de lo sucedido. No se olvida.
Se supera. Y se hace cuando enfocamos la atención en otras circunstancias,
cosas o personas de nuestro presente. Desfocalizar la mirada que se dirige al
pasado, en definitiva.
Pensar
constantemente en borrar nuestros recuerdos negativos nos dirige más hacia ellos. Para que un malestar se supere debemos asumir
su existencia y luego admitir que necesitamos cambiarlo.
Una vez que aprendamos a ser nuestros
propios maestros podremos prevenir situaciones similares, logrando que el egoísmo se vuelva a nuestro
favor, siempre que nos ayude a salvarnos en primera persona, para salvar lo que
de nosotros hemos entregado a los demás.
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