La vida nos voltea, en ocasiones, haciéndonos perder el equilibrio. Podemos pasar, en poco tiempo, de la seguridad y el confort, al desasosiego, la angustia y el desconcierto. No hay nada seguro o posiblemente, lo único que efectivamente es certero es precisamente el cambio. Podemos no estar preparados o ni siquiera tener ganas de cambiar nada. Nos sentimos cómodos en lo conocido, aunque esto no sea demasiado bueno o, incluso, nos instale en una situación de apatía enquistada o malestar permanente. Todo lo aguantamos antes que cambiar. Tememos los cambios. Pensamos que lo nuevo puede ser peor y nos acurrucamos al abrigo de aquello que, al menos, sabemos cómo funciona aunque no lo haga bien. Pero lo cierto es que queramos o no, todo cambia. Busquemos nuevos horizontes o nos mantengamos siempre parados en el mismo lugar, nadie puede esconderse de las variaciones en su vida. Y lo peor es que los cambios no son iguales para todos, ni en dimensión ni en cualidad. Cambiamos a nuestro ritmo y con nuestras circunstancia personales y en ese camino obligado, a veces, la mano de los que van a nuestro lado, se suelta indefectiblemente. No evolucionamos a la vez. No respondemos de igual forma a los estímulos que nos llegan y eso provoca desajustes en la convivencia de los más cercanos. En ocasiones avanzamos tanto que perdemos de vista al que nos sigue. Y por eso, muchas veces pensamos que los cambios son desastrosos porque provocan catástrofes en nuestras vidas al demostrarnos la falta de adaptación de ambos miembros de la pareja a situaciones internas nuevas. Pero no podemos hacer otra cosa que seguir nuestra propia evolución mientras tratamos de compatibilizarla con la del otro. Sin embargo, si la sintonía no vuelve a producirse, no podemos renunciar a nuestro avance y estamos obligados a recurrir a la creatividad para reinventar nuestros días. Nuestro jardín interior florece, a veces, muy deprisa. Tanto que desde la verja dejan de verlo los que se quedan afuera. Pero la grandeza está en cultivarlo cada día más y mejor sin temor a que su aspecto varíe. Seguiremos siendo nosotros y quien nos ame de verdad, seguirá disfrutando de las mejores rosas.
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