Muchos problemas de
los que tenemos en las relaciones surgen porque no coincidimos en las
costumbres.
Todos damos por
buenas las nuestras y, generalmente, cometemos el error de querer validarlas
como tal ante la persona de al lado.
La mayoría de las
veces, no entendernos parte de una diferente forma de haber sido criados, de un
modo distinto de haber empezado a entender el mundo y de responder ante él.
Lo que para uno es
necesidad para otro vicio. Lo que para uno es importante para el otro es cosa
menor. Lo que para quien se relaciona con nosotros es de una forma, para
nosotros es de otra y en el engranaje de lo posible para los dos está el secreto
de llevarse lo mejor posible.
Con este breve
cuento veremos cómo la realidad, por buena que sea, puede parecer horrible si
no forma parte de aquello a lo que estamos acostumbrados.
¡Feliz comienzo de
semana!
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Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la
faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo
y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron
a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y
les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al
cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les
ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con
hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin
embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las
flores: "!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien
pueda dormir". Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus
compañeras:
No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio,
no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como
almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las
cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había
pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.
Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser
humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real
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