Lo
mejor es pasar por la vida dejando huellas; pequeñas o grandes, profundas o
superficiales, de gran calado o de mínimo roce, pero de cualquier forma rastros
que hablen de nosotros, de la persona única y diferente que fuimos y del amor
que sembramos.
Cuando nuestra sombra se vuelva
transparente, cuando se eleve liviana hacia el otro lado del velo, cuando se
dirija al más allá del más acá, entonces solamente entonces podrán valorarse nuestras
pisadas. Y serán otros los que rescaten los vestigios del paso por una
existencia repleta de compasión, ilusión, altruismo y dedicación a ser mejores
o por el contario, los que sufran las cicatrices de los dolores que les hayamos
ocasionado.
Es difícil pasar por la vida sin hacer
daño a nadie. Involuntario, despistado, irreflexivo e inconsciente, la mayoría de
las veces, o deliberado e intencionado, las menos, quiero creer. Pero daño al
fin y al cabo.
En el ámbito jurídico, la
intencionalidad tiene mucha importancia. No es lo mismo el agravio hecho
voluntaria y explícitamente que el ultraje madurado como proyecto por tiempo.
No obstante, con intención o no, lo que duele…duele y a veces mucho. Por eso,
debemos tener cuidado de no pasar por la vida pisando al resto, atropellando a
quienes se ponen delante o saltando sobre los que nos hacen sombra. Entre otras
cosas porque la vida siempre lo devuelve todo y a veces aumentado.
El corazón siempre se recompone después
de una batalla o una pérdida o un abandono pero cada pedazo que debe encajar de
nuevo implica un zurzido que siempre se nota. Un sobresalto en el camino, una
abultamiento en un terreno hecho de ternura, una aspereza que debe r ser limada
por el tiempo, si es que lo consigue, porque hasta esto se vuelve difícil en
ocasiones.
Cuántos más remiendos tenga el corazón,
más mullido estará su centro, más blandito y amoroso, más compasivo y
comprensivo; tanto que, cada vez más, abrirá sus puertas sin miedo para que
entren los mejores pólenes de las flores más hermosas. Y germinará un campo lleno de color que nunca
se perderá en la retina de quienes tengan la inmensa suerte de haberle gozado.
Quisiera dejar huellas siempre;…rastros
de cometa…estelas de luz; nunca cicatrices, nunca rasguños.
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