Como
cada domingo continúa la entrega de este relato que se enmarca en la sección “Viaje
a Ítaca”.
Aún
no he podido organizar el blog de forma que dispongamos de las partes anteriores
con un apartado exclusivo para ellas, por esto he decidió colocar un enlace a
la parte anterior en cada capítulo de esta serie.
También
se pueden buscar en el historial del blog.
http://mirarloquenoseve.blogspot.com.es/2015/04/viaje-itaca.html
http://mirarloquenoseve.blogspot.com.es/2015/04/viaje-itaca_12.html
LA
BIBLIOTECA:
Mientras
Marco hablaba estrepitosamente, Owen buscaba frenéticamente una pequeña libreta
negra en la caja fuerte que se escondía en el fondo de un armario ropero. No
oía los comentarios de Marco ni atendía a las sacudidas de euforia que ejercía
éste sobre su brazo.
.-¿Pero
qué pasa?, ¿acaso no estás dichoso con esta acogida del público?.- Sin decir
nada, el afamado médico revolvía sus papeles sin éxito.
.-¿La
has visto?.- respondió sin darse cuenta que aquella pregunta no tenía nada que ver
con la exaltación de su colaborador.
.-¿Qué
es lo que buscas?.-
.-Mi
libreta negra. La que tenía unas iniciales doradas en la solapa. ¿Dime Marco,
la dejaste aquí?.-
.- La dejamos en la caja del banco. ¿No te acuerdas?.- Owen respiró
profundamente mientras sujetaba su
frente sudorosa con la mano derecha, apretándola con energía como si quisiese
aplastar los recuerdos que se sucedían en ella.
.-Marco,
tienes que recuperarla.
.-No
puedo si tú no firmas el documento de entrega. Pero… ¿qué sucede?.
.-Es
una historia larga.- Owen cerró la puerta de aquel armario de la entrada
suavemente. Parecía que quisiese retrasar el momento de contar lo que le había
atormentado desde hacía tantos años.
.-No
es el momento de contártelo pero debo hacerlo. No puedo comenzar esta nueva
etapa sin que lo sepas.- Marco asombrado y expectante ante lo que iba a
contarle, se sentó en uno de los sillones de la entrada sin decir nada. Le
miraba con aquellos inmensos ojos negros de su porte mediterráneo mientras
jugueteaba con aquel mechón de pelo rizoso que caía sobre su frente. En
realidad, no podía imaginar lo que Owen iba a relatar y sin demasiado asombro le
indicó, con el aleteo de su mano derecha, que iniciase lo que parecía un suceso
ocasional sin demasiada importancia.
Owen
aclaró su garganta con un carraspeo sordo con el cual tomó fuerzas para
desvelar su secreto.
.-Marco,
no he contado a nadie este pasaje de mi vida. Tampoco lo haré exhaustivamente
contigo. Hay aspectos que tengo reservados en un rincón de la memoria
dispuestos a ser olvidados. Lo peor es que no soy capaz de acabar con ellos y
aún menos cuando recibo noticias de esta voz sin sonido que me persigue.- Marco
se colocó de nuevo en su sillón disponiéndose afanosamente a escuchar ahora lo
que prometía ser muy interesante.
.-
Stella era la bibliotecaria del último internado donde cursé los estudios preliminares
a mi ingreso en la universidad.- Prosiguió Owen.-Era una mujer adusta de
aspecto cuidado. Nunca sonreía ni utilizaba palabras amables en ningún caso.
Parecía afectada de un conservadurismo propio de aquella institución religiosa
que daba nombre a ese refugio de desamparados.
Al
poco tiempo de empezar el último curso, comenzamos a realizar estudios
programados en aquella inmensa sala llena de libros viejos que se divisaban
entre las luces y sombras de los porta lámparas adosados a las mesas.
Entre las cabezas de mis compañeros la
divisaba al fondo, con aquellas gafas caídas sobre su diminuta nariz. No era
excesivamente mayor. Sus ojos azules resaltaban en su blanca piel como dos
gotas de agua dispuestas a inundarlo todo. Una melena corta y bien cuidada
reposaba sus hombros mientras sus labios se mantenían siempre apretados en
señal de advertencia.
Mis
amigos notaron con rapidez que el tono de su voz cambiaba dulcemente cuando
era yo quien solicitaba o entregaba los libros. Nunca quise darle importancia.
En aquellos momentos, mi único objetivo era salir de aquel sórdido mundo donde
uno se encontraba en una pérdida constante.
Estudiaba
día y noche, apenas sin descanso. No podía perder la oportunidad de ingresar en
la universidad y lograr mi sueño en el mundo de la medicina.
Por entonces, necesitábamos
un libro de difícil existencia por estar descatalogado hacía mucho tiempo.
Todos dirigieron sus miradas hacia mí para que fuese a pedírselo a aquella
mujer que jugaba con la accesibilidad a los manuales a su antojo.
Nunca
imaginé lo que aquel acto de valentía iba a suponer en mi vida. Accedí a
solicitárselo con la condición de que sumase el período de entrega de mis
cuatro amigos junto al mío y poder tenerlo más tiempo.
Un
favor que más tarde pagaría con un alto precio (…)
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