Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 21 de abril de 2015

¿A DÓNDE LLEVAN LAS MENTIRAS?



Me he preguntado muchas veces a dónde llevan las mentiras. ¿A la equivocación, a la falsa imagen, a una realidad distorsionada, a dulcificar lo que después amarga?...No, o al menos no sólo a eso. Las mentiras llevan rápidamente al dolor.

No hay mentiras piadosas. No hay medias tintas. No existe “ lo dije por no hacerte daño”, “fue por ti”, “en realidad no es así”…
Pudiésemos pensar que hay un tipo de mentiras dignas, que son las que se refieren a la salud de un enfermo moribundo, si es que  tiene el deseo de ser engañado, o las que se esconden tras el instante cercano a la comunicación de una desgracia. Antesalas que pretenden aminorar el sufrimiento final.

 Sin embargo, el mentiroso compulsivo comienza por enredarnos en una red de mentiras banales de esas que parecen no tener importancia. De ahí, le cuesta muy poco lanzarse a la composición de escenarios irreales que toma como verdaderos para seguir en el mundo que quiere presentar a los demás. El siguiente paso es la emisión de mentiras trascendentales que aún así seguirá disculpando, dentro de sí mismo, como si no lo fuesen.
La mayor pena es que el que miente se engaña a sí mismo. Un día se encuentra perdiendo lo importante por dar prioridad a lo accesorio. Se ve envuelto en enredos que le atrapan, en arenas movedizas que no le dejarán salir jamás.

Desde pequeños hemos de enseñar la verdad. Lo que nos suceda es lo que es. 

¿Qué sentido tiene querer quedar bien con todo el mundo y ser descubierto por la mayoría?. ¿Qué se gana con el daño gratuito que se desprende del dolor de sentirnos engañados?¿merece la pena el circo que se monta el mentiroso para seguir siendo el payaso de la comedia?.

Me he encontrado con varias personas que justificaban la mentira como medio de manejar el mundo laboral. Ellos mismos han caído en la trampa de extender esa actitud a la propia vida; día a día, a cada instante.

Siento pena por lo que arrasan a su paso. Por el cuidado inmenso que ponen en cada palabra y cada acto para no ser descubiertos, por el colosal desgaste que deja esa forma de ser en su personalidad y sobre todo porque ellos mismos se engañan cuando creen que engañan.

Hay un juego silencioso que suele establecerse entre quienes se ven enredados en el mundo de las mentiras. Se trata de que el otro haga creer al mentiroso que le cree. A partir de ahí es muy sencillo descubrir la trampa.

No dejo de sentir una inmensa pena por quién no puede ser de otro modo. El sufrimiento que generan en los demás, tarde o temprano recaerá sobre ellos mismos.

Juez y parte quedan atrapados en la misma persona.
No hay mentiras light y si las ejercitamos, que seamos conscientes que son la puerta hacia las grandes mentiras.

Uno no puede pasar por el mundo sembrando falsedades o, al final, será fagocitado por ellas.

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