Irónicamente la vida nos da más cuando dejamos de buscar la situación
ideal en una relación de pareja, además de que esta se vuelve más estable sin
la necesidad de condicionar o vigilar nada. Esto sucede porque nos encontramos
en paz y lo que nos motiva dejo de ser una necesidad, cuando eres una persona
que evita hacer del otro su razón de vivir, su destino o una meta.
Esta situación te permite estar en tu centro, por tanto atraes las cosas.
Al no condicionar tu felicidad a un tercero. La vida te llena de personas
dispuestas a estar a tu lado, al no afectarte el modo de ser de alguien. En
realidad, cuando las cuestiones de ser más o menos sincero, de ser fiel o
entregarte por completo te son irrelevantes… ssto te permite vivir sin miedo y
necesidades, por tanto eres feliz, no dependes de los resultados… “Tú eres tú y
el otro es el otro.
¿Sabías que cuando te enamoras de alguien, esta persona te refleja tanto
tus carencias afectivas como las inclinaciones o preferencias?... Por ello es
inevitable la atracción, es una cuestión que no puedes evitar, ni racionalizar.
Está determinada por tu inconsciente; lo que sucede en la práctica cuando somos
inmaduros emocionalmente, es que establecemos acuerdos de codependencia y a
esto le llamamos amor… La regla principal en esta asociación disfuncional es la
siguiente… “No me falles, no me vayas a ser infiel”…
El diálogo inconsciente es el siguiente: “Te necesito para sentirme
alguien”, por tanto estoy dispuesta(o) a entregarte todo para que me valores y
aprecies. No me importa renunciar a mí, ya que me considero poco realmente. No
veo el porqué deba apreciarme. Estoy llena(o) de necesidades. Solo contigo
puedo ser feliz, sálvame de mi situación, pero no se te ocurra fallarme. Si te
doy todo, también debes ser completamente mía(o) para satisfacer mis
necesidades. Tengo el derecho a culparte si me fallas y también a
responsabilizarte de mi infelicidad.
Debemos entender que cada uno es el responsable de sí mismo, de cómo
piensa, interpreta, siente y reacciona. No hay otro camino que abandonar el
victimismo y la culpabilización externa. Somos productores de nuestra
felicidad. Nadie “nos hace felices”, “nos hace desgraciados”, “nos deprime” o “nos
angustia”. Cuando dejemos el camino de la externalización de las culpabilidades,
podremos hacernos cargo de nuestra propia vida emocional.
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