He pensado muchas veces cómo sería la
vida si la felicidad pudiese recetarse, si viniese con prospecto en cajitas de
color y si pudiese venderse en cualquier tienda.
Entonces
dejaría de saber tan bien y probablemente, al poder acceder a ella en cualquier
situación y momento, perdería el encanto de sorprendernos con sus maravillosas
sensaciones.
Lo
que sí es cierto es que lo que escasea es lo que aumenta su valor y si todos
fuésemos felices siempre querríamos tener algún contratiempo para experimentar
un poco de emociones contrastadas. Por suerte, no es así. No nos excede ni
rebosa por doquier en nuestra vida pero no lo hace para seguir haciéndose
necesaria. Y es mejor de este modo. En principio porque hay que recomponer la
idílica sensación de qué es lo que nos hace felices y determinar si acaso no
nos dejaremos fuera pequeños detalles que son las células madre de los momentos
dichosos.
La
medida de lo que gozamos sin darnos cuenta nos lo da, sobre todo la salud.
Basta estar mínimamente enfermo para experimentar esa sensación de sobrarte
casi todo y de añorar aquello que hemos
disfrutado en otros momentos en los cuales aún pensábamos que algo mejor
debía sucedernos.
Cuando
en realidad nos ocurren acontecimientos difíciles, entonces solemos valorar lo
que en el pasado nos hizo felices pero ese juicio ya no vale y nos perjudica más
que nos ayuda.
Siempre
he dicho que una de las sensaciones que no quiero perderme es darme cuenta del
momento en el que soy feliz. No siempre nos damos con exactitud lo que nos
sucede cuando nos pasa. Me gusta tener conciencia plena de gozar lo máximo y lo
mínimo, lo grandilocuente y lo sencillo, las luces y las sombras y mantener en
mi la percepción de ese sabor dulce de las horas inolvidables aunque estas
hayan sido empleadas en contemplar la vida pasar, simplemente.
No
quiero que el recuerdo de lo que pasó se haga consciente en el futuro. Necesito
empaparme del gozo presente y atesorarlo en mi interior para seguir
deleitándolo cuando la niebla no me deje ver más allá.
Siempre hay algo que en el día nos ha hecho un
poco más felices que otros ratos y si no
lo hay, habrá que comenzar a seleccionar las emociones para encontrar algo, lo
que sea, que nos permita seguir esperanzados en la búsqueda de nuestras
particulares píldoras, esas que podemos hacer a nuestra medida, cada día.
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