Siempre hay algo bueno, hasta en lo
malo. Lo mejor de lo peor suele ser siempre que esto nos pone frente a nuestros
límites y por muy testarudos que seamos, la vida termina pudiendo con nosotros.
Es posible que no hagamos caso a nada ni a nadie.
Puede
ser que nos opongamos a la sensatez, que las dudas nos inmovilicen, la pasión
nos arrastre o el miedo nos atenace. Puede, incluso, que para no tener que
pronunciarnos nos quedemos quietos esperando un milagro. Puede que seamos
sordos y ciegos a la evidencia y puede también que neguemos la realidad
esperando no ver lo que se avecina, pero de cualquier modo y en cualquier forma
cuando uno no decide, la vida lo hace por él.
Estamos
inmersos en un mundo de ilusiones donde parece que el dolor, la angustia o la
muerte no existen, que no son nuestros o al menos, que a nosotros no deben
tocarnos. Pero a todos nos llega lo malo. A todos nos duele de la misma forma
lo que duele de verdad y en eso hay una especie de justicia cósmica que reparte
la misma suerte en casos similares tengamos la condición, altura, rango o
renombre que tengamos.
Posiblemente,
lo mejor de lo peor sea esa equidad con la que el universo impregna la piel del
que lo pasa. Porque todos borramos las diferencias cuando estamos en
situaciones límite, entonces nadie relega a nadie, ninguno nos miramos el color
de la piel o la marca de la camisa.
Cuando
sufrimos, lo que nos diferencia solamente está en la dureza del corazón de cada
cual. El resto se convierte en un mismo rasero para todos, un único sabor de
boca que degustamos cada uno a un tiempo. Por eso, las lágrimas no ruedan todas
a la vez y aunque nos parezca que somos las personas más desgraciadas del mundo
seguramente, en silencio y sin hacerlo manifiesto, otras, a nuestro lado,
pueden tener dramas peores.
Lo
mejor de lo peor es que las situaciones que van contra nosotros también nos
favorecen porque sin saberlo ellas, nos dan la oportunidad de aprender
lecciones rápidas, a corto plazo, que incluyen la humildad, la compasión, el
perdón y la misericordia tanto para los demás como para nosotros mismos.
Es
conveniente no olvidarlo.
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