Conocerse a uno mismo es todo un reto.
Una aventura infinita que lleva tiempo y empeño. Incluso a veces, ni siquiera
depende de nuestra entrega al análisis de cómo somos o por qué podemos ser así.
La mayoría de las ocasiones el examen lo pone la propia vida. Ella se encarga
de medir lo que somos capaces de hacer o a lo que somos capaces de
enfrentarnos.
He aprendido mucho de la gente que le
ha tocado en suerte experiencias duras. De los que a penas han logrado salir
adelante entre dificultades y penurias y de los que a pesar de todo, lo han
logrado.
Estas personas son ante todo gente que
ha logrado cierta calma porque a veces, no les ha podido ir peor y aún así
están aquí. Son personas a las que les han puesto a prueba muchas veces y ahora
son ellos los que saben cómo hacerlo. Es muy enriquecedor el contacto y la
comunicación con ellas porque aprendes a valorar cada palabra, a observar cada
gesto, a recordar cada detalle y a atar nudos con los cabos sueltos que otros van
dejando tras de sí.
Muchos de nosotros nos hemos pasado la
vida estudiando y al final, nos damos cuentas que no nos ha servido de mucho
para saber jugar las cartas que nos han tocado en la partida de la existencia.
Teorizamos mucho y hacemos poco. Sabemos por dónde comenzar, que no está mal,
pero obviamos lo importante, disponer de
las herramientas justas y adecuadas para ser más sabios con lo que está o no a
nuestro favor, para reconocer a quién quiere hacernos un mal o para actuar de
inmediato cuando las cosas van mal.
La universidad no enseña a vivir. Se
vive y se aprende. Siempre se ha dicho que la experiencia de otros no sirve
para enseñar porque debemos hacerlo sobre nuestro propio dolor. Yo quiero empezar
a poner en práctica lo que he aprendido en esta última etapa de mi vida y ser
más lista que inteligente porque lo primero puede salvarnos la vida, mientras que
lo segundo estará ideando la estrategia para iniciar el salvamento.
Nos conocemos cuando en realidad la
situación no te deja más opciones y sea como sea debes salir adelante. Eso es
lo que verdaderamente pone límites a tus miedos, al temor de no saber o no
poder, a creer poco en ti o a no tener valentía suficiente para salir del
charco.
No hay nada mejor que una circunstancia
que apriete…entonces vas viendo el poder de tu fuerza de voluntad, cómo crece
la capacidad de análisis o de qué forma superas dificultades que te parecieron
siempre imposibles.
El Oráculo de Delfos sabía que lo único
que de verdad es importante para vivir con éxito, feliz y pleno es conocerse
uno a sí mismo. Entonces nada nos pillará de sorpresa y podremos poner remedio
a lo irremediable.
Ahí estamos…intentándolo a cada paso.
Estoy deacuedo con tu teoría. A mí sin ir muy lejos, el chantaje emocional me ha invalidado muchas veces y debo decir que de ello he aprendido a pesar del gran sufrimiento que supone. Cierto que nunca me ayudó el victimismo, que mi intenligencia no alcanzaba resolver,y sin embargo gracias a la experiencia el dolor y la humillación fueron grandes alidados para aprender a torear semejantes situaciones de aberrante injusticia que yo misma propiciaba. La vida es una gran escuela, y el doctorado llega a edades ya maduras cuando el corazón tiene suficientes parches como para mimarlo y cuidarlo con respeto y admiración; siendo eso sí, listos, muy listos.
ResponderEliminarMil y diezmil gracias amiga de las flores
Mi dulce Xara que maduros estamos cuando accedemos a la cátedra!!! Pero es el momento correcto!. He aprendido a ser lista porque los procesos de la inteligencia son mas lentos. Analiza, prepara herramientas para la acciòn, sopesa, valora, estima... Y cuando de verdad actúa ... Es tarde.
ResponderEliminarLas personas listas van por delante del peligro y procuran esquivarle.
Aqui estamos ... Aprendiendo aún.
Me ha encantado tu despedida!!!
Besossss en cascada fresquita*