Lo peor no es no ver, sino que ni siquiera
te vean.
Todos nos equivocamos, caemos en ello y a
veces, rectificamos.
La mala noticia llega cuando crees estar
despierto sin estarlo, cuando te abalanzas contra la pared y ni siquiera la
percibes y sobre todo cuando te invade la soberbia y no te paras ni a pensar en
ello.
Otras veces, uno cree llevar la lámpara
encendida y va tranquilo creyendo que otros nos ven, sin embargo puede que ya
haga mucho tiempo que se ha apagado y hayamos perdido el norte.
Veamos este breve cuento al respecto.
El ciego y la lámpara
Cuando un ciego se despedía de su amigo,
éste le dio una lámpara.
“Yo no preciso de la lámpara, pues para mí, claridad u oscuridad no tienen diferencia” -dijo el ciego.
“Conozco al respecto, pero si no la lleva, tal vez otras personas tropiecen con usted” -dijo su amigo.
-"Está bien"
Luego de caminar en la oscuridad tropezó con otra persona....
-“¡Huy!”-dijo el ciego.
-“¡Hay!” -dijo la persona chocada por el ciego en la oscuridad.
-“¿Usted no vio esta lámpara?” -dijo enojado el ciego.
-“¡Amigo! Su lámpara estaba apagada” .
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¡Cuidado! Mira a ver cómo está la tuya!...si está apagada, !enciéndela!
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