Lo
que más tememos es lo que lleva en sí mismo la solución. Tememos a las
adversidades, a las crisis, a los cambios, pero sin ellos no habría crecimiento,
creatividad y avance ni social, ni personal.
La
palabra resilencia está en pleno vigor hoy en día. Se trata de la capacidad
para afrontar la adversidad. Es algo así como la ductilidad de un mineral, o
cualquier otra sustancia, para romperse o adaptarse.
El
término “resilencia” viene de la palabra resilio,
que significa “rebotar”, en el sentido de coger impulso ante una caída.
Es
una capacidad que se aprende, no es necesariamente innata y que depende de la
actitud, de la voluntad, de la creencia en uno mismo y sus posibilidades; del
afán de no ahogarse en los problemas.
El
verdadero caos de los países y las personas es la pereza que les asiste para
encontrar soluciones. Es más fácil dejarse llevar tobogán abajo.
Gran
parte del éxito en nuestra relación con la adversidad es la “aceptación”, en
primer lugar, de lo inevitable. A veces esto lleva un tiempo. Otorguémonos ese
espacio temporal. Será necesario para recomponer el mapa de nuestra mente y
nuestra alma.
Revisemos
“nuestro diálogo mental”, en él hay muchas trampas en las que caemos muy fácilmente.
¿Nos engañamos, nos perdonamos con demasiada facilidad, nos culpamos con
rapidez?. Hagamos una revisión de este continuo parloteo con la mente.
Paremos
a descansar. Las adversidades son traumáticas y requieren una parada. Tomemos
aliento. Separémonos de ellas. Observémoslas sin implicarnos (aunque nos
impliquen); pensemos que le han sucedido a otra persona y decidamos qué actitud
tomaríamos en ese caso.
Salgamos
a dialogar con ellas desde una actitud constructiva. ¿Qué me enseña el dolor
que estoy pasando?. ¿Para qué me sucede?¿Qué tengo que aprender?¿Cómo debe ser
el siguiente paso?.
En
el paso que está por dar, y que será el primero de una nueva situación, debemos
encontrarnos con nuestra fortaleza interior y recomponernos junto a otras
personas de valor que sean significativas para nosotros.
La
verdadera crisis es la crisis de la disolución de nosotros mismos en lo que
duele. No es momento de perdernos, sino de encontrarnos dentro.
Todo
está en nosotros. Fuera, eso que llamamos realidad no es más que los
pensamientos y los juicios que hemos construido dentro.
La
realidad empieza y termina con cada uno.
No
hay crisis inservibles.
No
hay adversidad que no sea una maestra.
Todo
depende de la actitud.
Todos
somos aptos.
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