Cada vez estoy más convencida de
que en vez de reaccionar compulsivamente ante lo que nos molesta, sería
conveniente expresar lo que nos sucede e indicar lo que necesitamos. Si el otro
logra comprendernos será más fácil evitar el enfrentamiento o si entramos en
él, hacerlo de forma suave y compasiva.
A veces, con que nos escuchen es suficiente.
Otras lo es con saber escuchar, que es la tarea menos ejercitada y la más
difícil para nosotros.
Cuando alguien nos cuenta algo que
le preocupa o que le ha sucedido, lo primero que hacemos es no dejarle terminar.
Nos abalanzamos sobre sus palabras para sobreponer las nuestras. Su
conversación es un “pretexto” para nuestro monólogo en el que cuantificamos el
contenido de lo que hemos escuchado y siempre salimos ganando. Si la persona tiene
un dolor en un brazo, nosotros tenemos en el brazo y en la pierna; si se le han
operado de varices, a nosotros dos veces.
Saber escuchar se convierte en un
arte muy necesario, no sólo porque le ofrecemos al otro la apertura de nuestro
corazón como recipiente amable donde poder depositar sus penas, angustias o frustraciones,
sino porque a través de ello nos abrimos a la intimidad que nos comparte y
podemos ayudarle aunque solamente sea enviándole nuestro buenos deseos de
resolución.
Tener a alguien junto a ti para
que escuche las palabras que te liberan es un acto compasivo de plena bondad.
Veamos este breve relato:
-Mi amigo no ha regresado del
campo de batalla, señor; solicito permiso para ir a buscarlo- dijo un soldado a
su teniente.
-Permiso denegado-replicó el
oficial.- No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente
haya muerto.
El soldado, haciendo caso omiso de
la prohibición, salió y una hora más tarde regresó mortalmente herido
transportando el cadáver de su enemigo.
El oficial estaba furioso.
-¡ Ya le dije yo que había
muerto!.! Ahora perderé a dos hombres!.
Dígame, ¿valía la pena ir allá para
traer un cadáver?
Y el soldado, moribundo,
respondió.
-¡
Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme:
“ESTABA
SEGURO QUE VENDRÍAS”
(Autor
desconocido)
No hay comentarios:
Publicar un comentario