Volví
a la mesa de estudio donde mis compañeros aguardaban mi regreso con ansiedad.
.-¿Qué
te ha dicho?.-dijo rápidamente Steven. Los miré a todos presagiando lo peor.
.-Quiere
que vaya a su casa.
.-¡No!.-
Dijo inmediatamente el más pequeño de los amigos. No vayas o no volverás
nunca.- Aquellas palabras del benjamín nos dejaron a todos en un mutismo
desesperado. ¿Qué quería decir con no volver?.- Robert, nos pidió que nos
acercásemos al centro de la mesa. Juntamos nuestras cabezas mientras
excitadamente y con lágrimas en los ojos repetía una y otra vez._ Mi hermano
jamás regeresó.
.-¿Quieres
decir que nunca más le volvisteis a ver?.
.-Nunca.
.-Eso
es imposible. No nos engañes. Le habría buscado la policía.
.-Y
le buscaron durante mucho tiempo.
.-¿Y
por qué sabes que antes de desaparecer fue a casa de los Brian?.
.-Nadie
me cree, pero estoy seguro. Él me lo dijo. ¿También a ti te va a dar clases su
marido?.- Owen palideció.
.-Sí
eso me ha dicho.
.-No
vayas.- La señora Stella miraba con recelo aquella reunión improvisada. Temía
el contenido de ella. Se levantó y al acercarse
a Robert tomó una de sus orejas entre los dedos de sus huesudas manos para
echarle de la sala.
.-Ya
estás contando mentiras seguramente. Esa vieja historia de la desaparición de
tu hermano. Un día os denunciaré por difamación. Díselo a tu tutor.- Y diciendo
esto desapareció con el muchacho lloriqueando mientras le arrastraba por aquel
pavimento descolorido y agrietado.
Nos
quedamos en silencio. Recogimos nuestros libros y nos dispusimos a salir de la
sala de estudio. En el fondo, ante la puerta se había quedado la bibliotecaria.
Esperaba nuestro paso con absoluto esmero. Fueron saliendo mis compañeros, uno
a uno. De pronto retiró mi brazo hacia sí, para decirme al oído.
.-No
puedes dejar de venir. Sé alguna cosa sobre tus padres que puede interesarte.
Te espero como hemos quedado.
No
dije nada. Bajé deprisa la escalera de aquel vetusto caserón al compás del
estruendo de sus peldaños.
A
las seis de la tarde estaba tocando aquel timbre de sonido ronco que anunciaba
mi llegada. Salió a recibirme un hombre calvo cuya nariz sujetaba unas
diminutas gafas en su punta.
.-Supongo
que serás Owen.
.-Sí,
así es.-dije con una voz apenas imperceptible.- Pasa. Te estábamos esperando.-
En realidad, no sabía por qué había ido. Posiblemente porque el deseo de saber
algo acerca de mis padres me había llevado de la mano hasta allí. O tal vez
podría ser una trampa miserable de aquel siniestro matrimonio del que nada se
conocía. (…)
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