Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 8 de mayo de 2015

TRABAJAR PARA NUESTRO BIENESTAR



Tengo la seguridad de que ante un conflicto es necesario saber formular preguntas generativas; es decir, preguntas sencillas que generen un alto nivel de respuestas en la persona.
La principal y más importante es ¿Me siento bien con lo que hago?¿Soy feliz con esta o aquella relación?¿ Para qué me sirve el sufrimiento?¿Tengo metas por las que luchar?...

No hacen falta muchas, pero sí las que nos lleven a enfrentarnos con nuestra verdad, la que se vive desde dentro y la que tantas veces eludimos.

Si en resumen lo que uno pretende siempre, con cualquier cosa que hace, es ser feliz o estar mejor de lo que se encuentra.
Seguir los dictados del “sentir” nos posiciona en el ángulo correcto. ¿Cómo me siento haciendo esto?¿Qué me sucede permitiendo lo otro?¿ qué me sucedería si esto no pasase?. 

Preguntas fértiles porque nos devuelven respuestas claves para entender lo que pasa por dentro.

No podemos dejar de sentir lo que sentimos, pero lo que si podemos es actuar de otro modo ante ello; de una forma que no implique ir en contra de lo que somos, de nuestros valores o nuestra dignidad.

Hay límites que debemos ponernos a nosotros mismos. Protecciones que nos avisan acerca de una posible catástrofe. Anuncios que nos previenen del caos. Hay que verlos y saber reaccionar.

Tal vez haya que cambiar hábitos, rutinas y costumbres. Posiblemente tengamos que ampliar el círculo de acción social e implicarnos en trabajar para nosotros mismos. 

Convertirnos en una especie de empresa autónoma construyendo la felicidad propia. Trabajar para nosotros mismos, no para otros.

Estamos demasiados acostumbrados a trabajar para los demás. Sus necesidades las hacemos nuestras, sus miedos también. Nos empeñamos en hacerles felices aún a costa de nuestro bienestar. Y de pronto nos encontramos al otro lado de la línea. 

Se nos olvida que las relaciones de poder se establecen de forma muy peculiar en el amor, la amistad o la camaradería.
Quien más poderoso es en una relación, en definitiva, es quien menos necesita al otro.

No necesitar nos desapega. A la larga ahorraremos dolores, sin duda, porque la felicidad lleva implícito el sufrimiento desde el mismo momento en que esta no es sostenible por siempre y en algún momento comenzará a descender.

La buena noticia es que una vez abajo solo queda volver a subir.

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